Jeannette Jara, candidata presidencial

El triunfo de Jeannette Jara en la primaria presidencial del oficialismo es un hito político de largo alcance. No sólo porque una mujer comunista -por primera vez desde el retorno a la democracia- se convierte en la carta unitaria de la izquierda para disputar La Moneda, sino también porque ese resultado se produjo en un escenario de baja participación ciudadana, y tendrá efectos en el bloque oficialista y también sobre la oposición.
Jara, exministra del Trabajo y militante del Partido Comunista, se impuso con claridad: obtuvo el 61% de los votos, relegando a Carolina Tohá (28%), Gonzalo Winter (9%) y Jaime Mulet (2%). El dato político es evidente: su liderazgo logró movilizar más de 830 mil votos. Pero ese logro no oculta la realidad que preocupa: votaron menos de 1,4 millones de personas en todo el país, lejos de los 1,7 millones que movilizaron Boric y Jadue en 2021. En Ñuble, la participación fue de apenas un 6,2% del padrón.
Más allá de las victorias individuales o colectivas, una elección con escasa concurrencia erosiona la legitimidad del proceso y achica el espacio de maniobra para una candidatura que, como la de Jara, necesitará ampliar su base social. La tarea que enfrenta el oficialismo, desde ahora, no es solo programática ni comunicacional, sino profundamente política: traducir esta primaria en una oferta robusta, capaz de convocar a un electorado diverso, escéptico y desmovilizado.
En Ñuble, la baja participación -que fue menor incluso que en las primarias de 2017 y 2021- debe preocupar también a los liderazgos regionales. La relación entre ciudadanía y política sigue debilitándose, y eso no es solo responsabilidad del gobierno de turno. La desconexión se amplía cuando los partidos no son capaces de involucrar al territorio en sus decisiones, cuando la descentralización queda como discurso y no como práctica.
que Jeannette Jara hizo una campaña austera, de terreno, con mensajes claros. Aprovechó su experiencia, su conocimiento del Estado y su tono dialogante para construir una mayoría en su sector. Mostró atributos blandos -empatía, firmeza, sencillez- que supo convertir en votos. Hoy representa, para muchos, la continuidad de una agenda social postergada, pero también el desafío de ampliar el progresismo hacia sectores que aún desconfían del PC.
Desde la oposición, las críticas no se hicieron esperar. Parlamentarios de Chile Vamos y Republicanos apuntaron al bajo interés ciudadano y culparon al oficialismo por su desconexión. En ese punto, hay un riesgo: si la contienda se define solo en base a la abstención, gana el cinismo, no la democracia.
La señal de Carolina Tohá, reconociendo con elegancia su derrota y ofreciendo apoyo a Jara, es valiosa. También lo fueron las palabras de Gonzalo Winter, quien anunció que el Frente Amplio trabajará activamente para respaldar a la nueva candidata. Esta voluntad de unidad es importante, pero no suficiente. La campaña que importa comienza ahora: con la elaboración de un programa realista, con capacidad de entusiasmar, pero también de transmitir gobernabilidad. Ganar la primaria es un mérito, pero ganar la confianza del país es el verdadero desafío.
En noviembre, Chile vivirá una elección decisiva. Pero su desenlace empieza a escribirse hoy. Con una candidatura que debe madurar rápidamente y con un electorado que aún espera razones para volver a creer.