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“Todo surgió por el gran interés existente en algunas personas por poder producir sus propios alimentos saludables y de manera sustentable”, sostuvo la investigadora en agroecología de INIA Quilamapu, María Esperanza Sepúlveda, al referirse al origen de la huerta agroecológica comunitaria que desde mediados de 2023 existe al interior del recinto de INIA Quilamapu, en Chillán.
La iniciativa incorpora a un grupo heterogéneo de diez vecinos de la comuna, motivados en establecer huertas en sus propias casas y que se unieron para establecer una huerta comunitaria, absolutamente agroecológica, es decir, sin uso de productos químicos en ninguno de sus procesos.
La huerta está a cargo del grupo integrado por estudiantes, terapeutas, diseñadores y profesionales, quienes realizan las labores para obtener los resultados que ya están a la vista. “Cuando alguien tiene que preparar su cama de cultivo (base para el establecimiento de semillas y plántulas) todos lo ayudan (…) se van rotando todas las responsabilidades, incluso de riego, construido con materiales reciclados”. La investigadora del INIA Quilamapu indicó que la idea es poder estimar cuánto alimento se puede llegar a producir y así contribuir a una dieta mucho más sana y adaptada a las estaciones del año.
La especialista agregó que la condición para trabajar en la huerta es que se apliquen principios agroecológicos, que se recicle y que “podamos mostrar de qué manera, en pequeñas superficies y con técnicas sencillas, podemos cultivar parte de los alimentos que consumimos y podemos hacerlo de manera independiente de insumos químicos, aprovechando los mismos restos domiciliarios para poder preparar un compost o vermicompost (una suerte de humus generada por lombrices)”.
Uno de los objetivos trazados este año, sostuvo la investigadora, es avanzar en el manejo de la biodiversidad y “entender cómo podemos diseñar una huerta agroecológica con distintas especies que se complementen entre sí”. En ese aspecto se refirió a la presencia de corredores biológicos que permiten la presencia de insectos benéficos y de polinizadores, así como la reutilización de residuos vegetales domiciliarios para la generación de compost.
En cuanto al número de personas que están participando en esta iniciativa, María Esperanza Sepúlveda resaltó la importancia de que se sumen más interesados. Agregó que quienes vienen a trabajar y a capacitarse, también reciben tareas. “Hace poco prepararon bombas de semillas con plantas atrayentes de polinizadores, para poder mejorar nuestro corredor biológico (…) los niños estuvieron muy involucrados preparando las bombas que mejoran la biodiversidad”.
Uso de residuos vegetales
Una de las preguntas más frecuentes para la elaboración de una huerta agroecológica es qué tipo de residuos utilizar. Al respecto, la investigadora aclaró que “podemos usar todos los residuos vegetales, como las cáscaras de frutas y verduras, cuescos de frutas (que se pueden triturar) cáscaras de huevo, cajas de huevo, frutas y verduras en descomposición y todos los residuos que generamos cuando preparamos alimentos vegetales”. En cuanto a las prohibiciones, destacó que no están permitidos los alimentos preparados o ensaladas a las que se les haya agregado aceite.
En cuanto a las especies vegetales cultivadas, Sepúlveda señaló que se establecieron hortalizas de verano como lechugas, albahaca, pimentones, pepinos y ají, y que “nos estamos preparando para la temporada otoño-invierno, donde tendremos repollos y coliflores, pero también lechugas”. Mencionó que la idea es adaptarse a la estacionalidad de los alimentos, siempre considerando la biodiversidad “no solo en cuanto a las especies comestibles, sino que también a las funcionales que sirven para atraer insectos benéficos, con distintos colores, distintas épocas de floración y distintas formas, todo lo cual va enriqueciendo nuestra huerta”.
Entre los aspectos que han llamado la atención de los usuarios, la investigadora indicó que es la posibilidad de adaptar la huerta a pequeña escala, incluso en un balcón.
Finalmente, la investigadora dio a conocer la intención de que la huerta comunitaria sirva de vitrina para juntas de vecinos, colegios y la comunidad en general. “Si pensamos que una persona genera un kilo de residuos al día y que más de la mitad corresponde a desechos vegetales, no solo se pierden en el vertedero, sino que contribuimos a la emisión de gases de efecto invernadero. Si los reciclamos, estamos evitando esa contaminación y además generamos alimentos y educamos a los niños quienes logran entender de dónde vienen los alimentos”, recalcó.