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Salud y sexualidad juvenil

Un preocupante aumento de casos de VIH en Chile, especialmente entre jóvenes de 25 a 29 años, quienes lideran las estadísticas de nuevos diagnósticos en el país, revela el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Según ese organismo, en Chile el 87% de los diagnósticos de VIH corresponde a hombres, registrándose 3.942 casos en hombres y 853 en mujeres.

Estamos presenciando un fenómeno preocupante que requiere acciones inmediatas. El aumento sostenido de casos de VIH en Chile, especialmente entre los jóvenes adultos, evidencia la necesidad de reforzar la educación sexual integral y promover el uso consistente del preservativo como principal método de prevención, advierten especialistas chilenos (as) y la misma OPS, que insta a mejorar las políticas públicas que abordan la educación sexual y la salud sexual y reproductiva.

Así también lo confirmó la primera Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género (Enssex) muestra que gran parte de la población en su primera relación sexual no conversó sobre cómo evitar enfermedades de transmisión sexual (ITS).

Otro aspecto del estudio conocido el año pasado es que la población mayor de 18 años tiene una mala opinión sobre la educación sexual recibida en los colegios o escuelas, siendo más baja en los grupos más jóvenes. También se concluye que gran parte de la sociedad chilena no conversa sobre temas sexuales en la familia.

No debe extrañar, entonces, que este tema haya ocupado un lugar secundario en la agenda de sucesivos gobiernos, cuyos esfuerzos fueron débiles y siempre teñidos bajo el manto de una moralidad dañina que va en contra de la salud mental y física. El mejor ejemplo es que todos los programas de las últimas dos décadas han fracasado, y no solo en temas como la anticoncepción, sino que también en la afectividad y la sexualidad integral. De hecho, Chile fue el último país en Latinoamérica en incorporar la obligatoriedad de la educación sexual en la enseñanza media, bajo la Ley 20.418 promulgada el 2010. Sin embargo, en la práctica esa normativa no ha sido efectiva, pues su reglamento dejó su aplicación prácticamente a discreción de los establecimientos educacionales.

Además, en las últimas dos décadas fuimos uno de los países que menos avanzó en prevención con educación sexual, en comparación con las otras 26 naciones que también se someten al estudio de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), organismo que reiteró su advertencia sobre el daño que ello implica, al impedir un abordaje de problemas reales, como las altas cifras de enfermedades de transmisión sexual que registran los jóvenes chilenos.

Chile necesita y merece un programa real de educación sexual, único y nacional, aunque parezca una ingenuidad plantear algo así ante el retroceso que parece sufrir la sociedad chilena, tras la aparición de líderes y personajes políticos de mentalidad cavernaria.

Una buena salud sexual no se basa en la omisión o prohibición. Se basa, justamente, en conocer las potencialidades y límites. Estos límites son los únicos que podrán protegerlos de que sean invadidos por otros.

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