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La longaniza de Chillán

Allá por los años cincuenta, Arica era conocido como “puerto libre”, por lo que a la salida de la ciudad había una aduana que controlaba a quienes salían hacia el sur. Pequeños contrabandistas viajaban en bus hasta la ciudad fronteriza para internar de manera subrepticia relojes, ropa importada, artículos de nylon, y venderlos a clientes particulares o a pequeños comerciantes. En una ocasión un hombre de mediana estatura, moreno y provisto de un sombrero de pita y guayabera, se acercó al mesón de la aduana con un par de maletas. El agente aduanero le ordenó que las abriera, con toda parsimonia puso una de las maletas sobre el mesón, la abrió, y sobre la ropa nueva y cuidadosamente ordenada, había un gran paquete que no obstante estar sellado, emitía un indesmentible aroma a cecina. Había a lo menos tres kilos de longanizas de Chillán, el hombre que era sureño, sacó el paquete y los puso en manos de su revisor. Esto para usted, exclamó, y sin decir nada, el funcionario tomó el paquete y lo guardó de debajo del mesón, hizo un guiño a su compañero que había seguido atentamente la escena e hizo pasar al siguiente. Había sido sobornado con longanizas de Chillán.

Hace poco se realizó con un éxito desbordante la Fiesta de la Longaniza en el entorno de la Plaza de Armas. Como era de esperar, han surgido algunos reclamos de los fonderos dieciocheros y de los automovilistas porque estas fiestas estarían perjudicando las tradicionales ramadas y por la congestión que provocan en la ciudad.

Aquí aparece un factor intangible, pero muy real. Es así como se crea un patrimonio, sea este tangible o intangible. La Plaza de Armas es uno de los principales hitos patrimoniales de la ciudad, porque la gente así la valora, es parte indisoluble de su identidad.

Símbolo de una ciudad resiliente, es el espacio conector de los dos “chillanes”, el ex antes y post terremoto del 1939. Es, además, un espacio democrático en el cual una fiesta como es la fiesta de la longaniza convoca a moros y cristianos, a todos los “chillanes”, a todos los barrios, a todas las capas sociales y contribuye a preservar la vigencia del casco histórico.

La longaniza fue el elemento convocante hace unos pocos días. 150.000 chillanejos concurrieron a convivir con uno de los más notables patrimonios intangibles de la región, la longaniza.

No se trata solo del pequeño contrabandista, la prensa deportiva tituló como “la longaniza mecánica “al Ñublense de los mejores tiempos.

Son innumerables profesionales de Ñuble, que financiaron sus estudios vendiendo longanizas de Chillán en sus universidades. La televisión le da largos minutos cada vez que se da la ocasión.

La longaniza es una de nuestras marcas de identidad patrimonial más importante y data desde antes de la aparición del automóvil, por cierto.

El patrimonio cuando tiene su origen en una valoración popular como es el caso de la Plaza de Armas y de la longaniza de Chillán, tiene una doble legitimidad, la que le da la gente y la que correctamente interpreta la autoridad. Por ello disociar como algunos pretenden la Fiesta de la Longaniza de la Plaza de Armas, no obedece necesariamente a una mirada donde prime un sentimiento colectivo por sobre el individual, sino que todo lo contrario.

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