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La desconocida historia de Joselín Robles, el chillanejo amigo de Mistral

En la Casa Museo Unamuno, ubicada en Salamanca, hay muchos documentos históricos. Entre ellos, una carta proveniente de Chillán y que está fechada el 13 de marzo de 1912, firmada por el joven estudiante Joselín Robles. En la misiva, dirigida al mismísimo Miguel de Unamuno, Joselín le explica al filósofo español que es asiduo a coleccionar autógrafos de celebridades y que ya tiene varios, como la firma del escritor alemán Heiner Müller. “Soi niño (sic). Coleccionista de autógrafos y tengo el vivo deseo de poseer el suyo i creo con seguridad obtenerlo a través de ésta. Quiera aceptar, señor, este humilde i respetuoso recuerdo”, le escribe Robles a Unamuno en la carta que hoy forma parte del museo.

Hasta hoy, no se conoce con certeza si el filósofo español accedió ante la petición del chillanejo, porque Joselín Robles falleció apenas cuando tenía 22 años a causa de la tuberculosis que lo aquejó.

De lo que sí ha quedado registro es que durante su corta vida, además de coleccionador de rúbricas, fue un poeta que estableció una fuerte amistad con Gabriela Mistral, con quien logró coronar una relación poética a través también del intercambio epistolar.

Este año en que se conmemoran los 80 años desde que Mistral recibió el Premio Nobel, son varias las iniciativas que se realizarán para recordar la fecha. Una de ellas, se llevará a cabo a partir de este lunes, cuando se celebre la Semana de la Educación Artística, evento organizado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Este 2025, el énfasis estará dado por la obra de Gabriela Mistral llamada “Recados”, en donde aborda temas actuales como la política, la literatura, la naturaleza, entre otros.

“Desolación”

Cuando Gabriela Mistral se enteró de la muerte de Robles, ocurrida en 1916, en Santiago, no dudó en dedicar un poema póstumo a su amigo, escrito que luego incluiría en su obra “Desolación”. El poema se publicó justo en el primer aniversario de la muerte del poeta chillanejo (fallecimiento que también consignó en sus páginas Diario La Discusión de la época). Se titula “A Joselín Robles” y comienza así: “¡Pobre amigo! Yo nunca supe de tu semblante ni tu voz; solo tus versos me contaron que en tu lírico corazón la paloma de los veinte altos tenía cuello gemidor”.

Según recordó hace algunos años el fallecido docente Carlos René Ibacache a través del libro “Presencia de Gabriela Mistral en Chillán”, en la mitad del Siglo XX, el poeta Sergio Hernández, en conjunto con la carrera de Pedagogía en Castellano de la Universidad de Chile, realizó un seminario en Ñuble sobre la poesía de Robles y las conclusiones fueron tajantes. La poesía del vate chillanejo tenía fuertes influencias románticas, al igual que la Mistral.

“Apreciamos en él su admiración por la naturaleza y por todo lo creado, unido al espíritu de solidaridad humana y sensibilidad de adolescente. Se percibe en él una gran admiración por su madre, con la descripción de sus propios amores, sus angustias, su pesimismo y alegría interior. Estos sentimientos, Joselín Robles los describe en forma simple, amena y embellecidos por el color, vitalidad y belleza que su espíritu creador entrega unido a la naturaleza misma y a todo el mundo que en sus instantes lo rodea”, fueron las conclusiones del seminario que determinó investigar la obra del promisorio vate.

Mistral y Chillán

La profesora y poetisa siempre le tuvo un cariño especial a Chillán. Sin ir más lejos, dedicó un poema a la ciudad en donde habla de los alfareros, el volcán, de la familia de Bernardo O’Higgins y del Mercado de Chillán.

Desde Colombia, en donde se encuentra la poetisa en 1939, se entera del terremoto que arrasa por completo la ciudad y de inmediato se dispone a escribir una carta inspirada en la historia de Guillermo Díaz, un joven de 15 años quien esa noche se encontraba al cuidado de la central eléctrica de Chillán. Cuando el chico se percató del sismo, alcanzó a cortar la luz evitando de este modo que la ciudad se quemara por completo ahondando más el horror que provocó el sismo. Sin embargo, el joven no alcanzó a salir del inmueble, y una pared cayó sobre él provocando su fallecimiento.

Un año antes había estado en Chillán. Hubo un acto preparado por las autoridades para recibirla y de pronto, entre el público, salió un joven profesor del Liceo llamado Nicanor Parra para recitar (sin autorización de la organización) el poema “Canto a la Escuela”, tal como lo recordó el Premio Reina Sofía en una revista local. La poetisa le dijo: “Usted será el futuro poeta de Chile”. Y no se equivocó.

Otro de los lazos que la unió a Chillán fue su parentesco con el poeta radicado en la zona, Gonzalo Rojas. Lo cierto es que no sólo compartieron en vida el gusto por la poesía, sino también la sangre por parte del padre de Rojas, Juan Antonio, quien falleció cuando apenas el escritor tenía cuatro años. El abuelo de Gonzalo Rojas, Jacinto, era un profesor primario y se desempeñaba como tal en Vicuña y estaba emparentado con la madre de Gabriela, Petronila Alcayaga Rojas. El vate nunca hizo gala de este parentesco con la Mistral.

Por último, conocidas son sus cartas con la escritora de San Fabián de Alico, Luz Montecinos, con quien Gabriela Mistral entabló una amistad a través de varios escritos que hoy se encuentran en el Museo de Vicuña.

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