A través de su Facebook una madre de Chillán relata, como en un diario de vida, los capítulos de la historia de su hija Catalina Acuña, quien lucha por existir.
La joven tiene 12 problemas de salud, entre ellos, insuficiencia renal crónica terminal, hipoacusia, Estenosis aórtica y epilepsia. A eso se sumó una sospecha de padecer un síndrome que hoy, según cuenta Sandra Acuña, se encuentra bajo estudio.
Pero a pesar de su grave estado, “Cata”, no pierde la esperanza de encontrar un donante renal que le permita dejar de depender de una máquina para seguir viviendo. No se da por vencida, porque anhela ingresar a la universidad y estudiar Traducción e Intérprete, además, de desarrollar en todo su esplendor sus dos pasiones, la pintura y el tango.
Aprendió el lenguaje de señas y egresó del Liceo Marta Brunet, donde su madre se convirtió en sus oídos y manos, para que Catalina no perdiera la oportunidad de aprender. No quería que su hija estuviera en desventaja con su compañeros y así terminó la enseñanza media con promedio 6,6.
En esa carrera contra el tiempo, su madre Sandra Acuña la acompaña en todas. No se considera una “Súper Mamá”, pero a los ojos de sus cercanos sí lo es, no solo por la intensa campaña que lidera en redes sociales para incentivar la donación de órganos, sino porque no dudó en adoptar a Catalina, cuando fue abandonada por su madre biológica a los pocos días de nacer.
“Tras nacer ella peregrinó en los hospitales de Chillán, de Concepción, Santiago, además de Conin y Coanil. A los 8 meses la conocí en un voluntariado en el hospital y decidí hacerme cargo de ella sin pensarlo. En ese momento tenía insuficiencia renal, y como estaba sin cariño y sin apego de nadie, me la llevé y más tarde la adopté. En los primeros controles, el nefrólogo me decía que no había mucho qué hacer y viajé a Concepción donde comencé a tratar a Cata, luego apareció que no escuchaba y después otros problemas de salud”, revela.
Durante estos 22 años, Catalina ha pasado entre hospitales, exámenes y especialistas, porque su estado de salud es frágil y como dice su madre “es como una bomba de tiempo, donde vaya hay que romper filas”.
El 19 de agosto pasado fue un día gris para Sandra; pensó que era el momento de la despedida. Esa fecha la “Cata” se mantuvo en riesgo vital por un edema pulmonar.
“Convulsionó, las presiones eran altísimas, estaba llena de agua, porque ella ingresó prácticamente ciega, pero todavía no sabíamos que podía pasar después. Fue horrible, y cuándo salió del coma, ella me dijo: “mamá yo andaba entre nubes, fui al cielo le dí un beso a mi abuelo y volví porque quería estar contigo”. Esas fueron sus primeras palabras al despertar y verla llena de máquinas y que no respiraba por si sola, ha sido una experiencia extrema”, relata.
Sandra dice que la experiencia de hija le ha dado lecciones, pues le ha permitido crecer como persona, y sentir que nada es imposible a pesar de la adversidad.
“Catalina tiene una fortaleza enorme, yo he aprendido mucho de ella, cuando se queja por algo, tiene que ser algo muy fuerte, porque ya ha pasado por todas. Ella siempre anda sonriendo, bailando, es muy positiva. Creo que eso me hace creer que va salir, que no la quieren allá porque tiene un propósito acá”, expresa.
Ambas no pierden la fe y esperan encontrar el donante necesario que ayude a Catalina a cumplir sus sueños.
“Ella necesita un trasplante de riñón para tener una mejor calidad de vida, ya no depender de una máquina para vivir, porque ella se debe dializar todos los días 12 horas en la casa, yo ahí puedo trabajar hacer mis cosas, pero ella no puede hacer nada más”, manifestó.