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¿Cómo ejercer nutritiva formación en la familia?

No son pocas las familias a las que el empeño de educar sus hijos para que lleguen a ser hombres y mujeres constructores de una buena sociedad les resulta un desafío laborioso, delicado, polifacético y muchas veces complejo. Por cierto, hay mucha literatura respecto a la crianza y la responsabilidad parental, sin embargo, no existen manuales para que las familias logren ser formadores eficaces. Es que un catálogo de este tipo simplemente no puede existir, porque la naturaleza de la realidad familiar excede con mucho la idea de tener un modelo estándar o un tipo único de familia eficaz.

Ahora bien, en la literatura especializada sí es posible encontrar trabajos que contribuyen a reflexionar o a evaluar evidencias. Algunos plantean caminos sugerentes para descubrir cómo responder en situaciones complicadas, incómodas o confusas. Estos libros son una gran ayuda para padres y también para educadores que se preocupan por contar con herramientas que les ayuden a servir de mejor forma a sus hijos o alumnos. Uno de estos textos valiosos se publicó recientemente, “Los padres que queremos ser”. Neva Milicic, Teresita Marchant y Soledad López de Lérida escriben este oportuno libro como madres, abuelas, tías y psicólogas, analizando una serie de temáticas muy actuales en un lenguaje fácil.

¿De dónde las familias pueden obtener luces fiables que les orienten en el desafío de facilitar a sus hijos una adecuada formación? Una de las sugerencias que indican las autoras desde el inicio, es que “quizás una buena manera de saber cómo educar los niños sea reflexionar sobre la propia niñez y repensar los vínculos que nos ayudaron a crecer”. Esta observación parece sensata y a la vez profunda, porque conecta el modo de ser de una familia específica con las expectativas o deseos de formar en una determinada concepción ética y antropológica. Así, cada familia tiene en su propia historia muchos de los recursos apropiados para proyectar fructíferas condiciones de crecimiento para los niños.

Además, las profesionales señalan la conveniencia de “recordar la ternura de la mirada de quienes fueron significativos en nuestra infancia, y nos quisieron y valoraron. También, con valentía, podemos remirar las interacciones que nos hicieron daño o constituyeron un obstáculo para nuestro crecimiento, de modo de evitar repetir modelos educativos que, aunque en ocasiones bien intencionados, fueron fuente de mal trato”. Este análisis es coherente con un correcto entendimiento de la formación humana, puesto que ésta se desarrolla, de un modo natural, por medio de modelos humanos. Disponer de tipos humanos y de modelos de conducta como referentes a seguir o evitar es algo connatural en el progreso antropológico de cada persona. En este caso, de los niños y jóvenes. Más aún, esta circunstancia es vital, ya que la libertad moral de los alumnos se nutre, especialmente, a partir de modelos humanos. Desde una perspectiva formativa esto es muy importante de tomar en cuenta, puesto que la libertad moral -a diferencia del libre albedrío- es la que nos propicia a ser mejor persona.

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