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A una década del fin del binominal: expertos alertan por crisis de gobernabilidad y fragmentación

A diez años de la aprobación de la reforma electoral que puso fin al sistema binominal en Chile, el país se enfrenta a una encrucijada política.

Aunque el nuevo modelo proporcional fue celebrado inicialmente como un avance hacia una democracia más inclusiva, los efectos colaterales de esta transformación -una creciente fragmentación parlamentaria, la proliferación de partidos sin anclaje ideológico y una profunda desconfianza ciudadana- han encendido las alarmas.

En este contexto, senadores y diputados discuten una nueva reforma que busca reordenar el sistema político mediante la imposición de umbrales mínimos de votación para acceder a escaños, así como sanciones a parlamentarios que abandonen sus partidos.

Los expertos locales coinciden en que el fin del binominal fue un avance, pero sostienen que el país no ha logrado construir aún un sistema institucional sólido que permita combinar pluralismo con gobernabilidad.

“Binominal dio estabilidad a costa de la exclusión”

La politóloga Fernanda Rubilar, académica del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción y secretaria ejecutiva de CreaSur, sostiene que “el binominal fue un sistema que dio cierta estabilidad al país, pero a costa de la exclusión; volver a ello sería un retroceso”.

A su juicio, el problema de fondo no está en la cantidad de escaños ni en el tipo de sistema electoral, sino en la incapacidad de los partidos para representar intereses colectivos de forma coherente y sostenida.

“Chile tiene mayor representatividad desde que contamos con el sistema proporcional, sin embargo, seguimos con un creciente descrédito de la clase política. El detonante del conflicto no está en un sistema D’Hondt u otro, sino en por qué se produce tal fragmentación y descrédito”, afirmó.

Rubilar reconoce que establecer umbrales puede ayudar a mejorar la proporcionalidad real, pero advierte que esto también puede profundizar el sesgo centralista del sistema.

“Tenemos diferencias territoriales tan significativas y de población que, en algunos casos, podría dejar sin representación a regiones completas que votan por un candidato o candidata determinado(a) si su partido no consigue los suficientes votos a nivel nacional. En ese sentido, sería reproducir el sesgo centralista que tanto criticamos”, dijo.

Además, advierte que no basta con una reforma legal para cambiar la dinámica del sistema político.

“Podemos quedarnos solo en lo procedimental, pero el problema seguirá presente. Combatir la fragmentación no se trata de disminuir los partidos en juego, sino, sobre todo, de disminuir el comportamiento errático y fragmentado de los mismos partidos que han sido parte de varios de los cambios al sistema político que hemos observado en las últimas décadas”, enfatizó.

Rubilar puso especial énfasis en la necesidad de enfrentar la personalización de la política y el debilitamiento de las estructuras partidarias.

“Hoy en día vemos una sobrepersonalización de la política, en que los personajes son más importantes que las ideas, las instituciones, e incluso, los mismos partidos que los promueven. Eso ha debilitado el sistema representativo. Un ejemplo claro fue la elección de la diputada Pamela Jiles en el distrito 12, donde tuvo una votación tan alta que arrastró a dos candidaturas que salieron electas con menos de mil votos cada una. Eso nos da cuenta de que requerimos reformas que den mayor proporcionalidad y reflejen con fidelidad la voluntad ciudadana”, expresó.

“El paso de binominal a proporcional fue mal gestionado”

Desde otra vereda, el exdelegado Presidencial y actual analista político, Gabriel Pradenas, coincide en que la fragmentación actual es insostenible.

“En el Chile actual, es más fácil fundar un partido político que consolidarlo, más rentable postular como independiente que militar con convicción, y más funcional declararse ‘ciudadano sin etiquetas’ que asumir con coherencia un ideario”, afirmó.

Para él, este fenómeno refleja una “representación exuberante que no garantiza gobernabilidad”.

Pradenas sostiene que el cambio desde el binominal al sistema proporcional fue un paso necesario, pero mal gestionado.

“Chile abrazó con justa razón un sistema más abierto y proporcional. Sin embargo, en la práctica, ese cambio derivó en una fragmentación parlamentaria inédita, con más de veinte partidos representados y una creciente dificultad para articular mayorías estables. En lugar de fortalecer el pluralismo, lo desdibujamos; en lugar de mejorar la deliberación, la dispersamos”, apuntó.

Y va más allá al advertir que la crisis actual no solo pone en riesgo la gobernabilidad, sino también la calidad misma de la democracia.

“Cuando todos pueden hablar, pero nadie puede articular una mayoría, no hay democracia sana. La representación democrática requiere instituciones robustas, partidos que piensen más allá de la coyuntura y normas que incentiven la agregación política, no su dispersión. La política no puede reducirse a una suma de identidades múltiples, necesita dirección y capacidad de síntesis”, dijo.

Pradenas respaldó la idea de imponer un umbral mínimo de votación para acceder al Congreso.

“No se trata de excluir por excluir. El umbral del 5% no es una trampa antidemocrática, es una herramienta institucional básica utilizada en democracias maduras para ordenar el sistema de partidos y hacer posible la toma de decisiones. Negarse a este umbral en nombre de una representatividad ‘plena’ es no entender que sin gobernabilidad, no hay democracia viable”, señaló.

Base programática sólida

La abogada y asesora parlamentaria de la UDI, Carolina Navarrete, también apunta a la necesidad de imponer límites al sistema.

A su juicio, el problema actual no es solo la cantidad de partidos, sino su baja representatividad y escasa cohesión ideológica.

“Hoy tenemos diputados que sacaron menos de 3.000 votos gracias al voto voluntario. ¿Qué representatividad hay ahí?”, cuestionó.

Navarrete recalca que muchos de los partidos que hoy tienen representación parlamentaria fueron creados sin una base programática sólida.

“¿Cuáles son los pilares valóricos o ideológicos de aquellos partidos creados solo en busca de cupos electorales o beneficios personales? Nunca va a existir un partido político que represente íntegramente a un ciudadano, pero sí podemos exigir que los partidos tengan convicciones claras, programas y militancia real. No puede ser que se sigan creando estructuras vacías solo para competir en una elección”, aseveró.

También se muestra partidaria de sancionar a los parlamentarios que abandonen sus partidos una vez electos.

“Cuando uno decide militar en un partido político, ir de candidato por ese partido y salir electo, ese acto conlleva una gran responsabilidad. Si uno renuncia, ese acto debe tener una sanción. ¿Qué certeza le damos a quienes votan por nosotros si, una vez en el cargo, renunciamos a nuestra casa política, nos vamos a otra o fundamos un nuevo partido? Eso afecta directamente la representatividad y genera aún más desconfianza”, planteó.

Discusión en año electoral

Por su parte, Cristian Quiroz, doctor en Administración y Política Pública, considera que la fragmentación parlamentaria chilena tiene un fuerte componente de “caudillismos y de búsqueda de efectos bisagra para negociar desde cupos o cuotas de poder”, más que de diferencias ideológicas profundas.

“Siento que nuestra sociedad sigue orientada hacia los tradicionales tres tercios: derecha, centro e izquierda, con matices en su interior, pero con partidos forzados a establecer coaliciones para otorgar gobernabilidad. Y esas coaliciones muchas veces son débiles y de corto plazo”, sostuvo.

Quiroz también advierte sobre el contexto político en que se discute esta reforma.

“Los dos procesos constituyentes fallidos dejaron muchas materias pendientes, entre ellas, la discusión sobre la compatibilidad entre representación y gobernabilidad. Sin embargo, me preocupa que esta discusión se esté dando en pleno año electoral y con parlamentarios incumbentes. El sistema político no puede ser un traje a la medida del Congreso actual, porque eso sería un nuevo factor de pérdida de legitimidad”, afirmó.

Para él, una reforma integral debe combinar proporcionalidad con reglas claras.

“La proporcionalidad con un piso mínimo de votación para la inclusión, el incentivo de coaliciones para gobernar, una adecuada representatividad territorial y leyes de cuotas para la participación de mujeres pueden ser un buen punto para iniciar la discusión. Pero no podemos seguir improvisando. El país necesita reglas claras, partidos con estructura y coherencia, y un Congreso que represente ideas, no solo nombres”, sentenció.

En suma, los expertos coinciden: el fin del sistema binominal fue necesario, pero el nuevo sistema requiere ajustes urgentes. La representación política no puede seguir sostenida sobre personalismos ni partidos de papel. Chile necesita construir un sistema político más robusto, en el que la pluralidad no se traduzca en parálisis, y donde la voz ciudadana se vea reflejada en proyectos colectivos que den sentido, dirección y legitimidad a la democracia.

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