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Tragedia, patrimonio, turismo y memoria

Quien visite New Orleans, no podrá desatenderse de la tragedia ocurrida el año 2005, cuando un mortífero huracán destruyó los muros de contención del río Misisipi y arrasó literalmente con la ciudad, inundándola en un ochenta por ciento durante varias semanas, dejando atrás una secuela de muerte y destrucción.

Katrina fue el equivalente a nuestro terremoto de 1939. En las principales calles de la ciudad está marcada la altura hasta donde llegó el agua, en esos lúgubres días de agosto del 2005. Las agencias de turismo que ofrecen distintos tours por la ciudad y sus alrededores, tienen una oferta permanente muy peculiar. Se trata de un tour por las zonas más cercanas al río Misisipi, donde se puede observar los diques que cedieron a la presión del agua y las urbanizaciones que nunca más volvieron a ser habitadas por la destrucción y especialmente por la muerte de sus habitantes. Las casas vacías tienen y conservan aún un código en cada fachada que iban dejando los rescatistas, ese código indicaba cuántas personas habían en su interior, cuántas fallecidas y el número de sobrevivientes. También el código indicaba si habían o no animales domésticos. En silencio los tour operadores se recorren el lugar, por respeto a la memoria de los que ya no están.

Es así como hoy en día New Orleans ya no sólo tiene como principal atractivo turístico el ser la capital del jazz y su particular estilo de construcción con las callejuelas Katrina. La conservación de estos sitios de memoria hoy es parte del patrimonio de la ciudad y con todo el respeto por la víctimas son un atractivo turístico, es lo que algunos llaman turismo negro.

La historia de la humanidad conserva su memoria a través este tipo de turismo que debe entenderse como patrimonial, sustentado en las tragedias provocadas por la naturaleza o por el hombre. Pompeya en el sur de Italia es un ejemplo histórico, la zona vive del turismo que visita las ruinas de Pompeya donde aún hoy es posible apreciar la magnitud de la tragedia provocada por el Vesubio. Los campos de concentración son otro buen ejemplo como es el caso de Auschwitz, en Polonia, diariamente recibe a miles de turistas.

Chillán podría ser otro buen ejemplo de ello, si los relatos dramáticos del terremoto de 1939, asociados a la historia de una reconstrucción virtuosa, se convierten en un atractivo turístico permanente de la ciudad. El mega terremoto de 1939, las miles de víctimas que dejo esa tragedia y el renacimiento de la ciudad literalmente desde sus ruinas, son objetivamente un verdadero diamante en bruto entre los atractivos de la ciudad.

Conocer nuestra propia historia, para entregarla y socializar de manera permanente es sin duda el gran desafío que nos deja una nueva conmemoración del terremoto de 1939.

Las tragedias como la de Chillán en 1939 o la de Valdivia en 1960, son también oportunidad para desarrollar el turismo de memoria. En ese sentido Chillán sigue siendo una gran opción para transformar la destrucción física y humana de la ciudad ocurrida en 1939, en una fuente de ingresos a través de la conservación de la memoria y del turismo patrimonial asociado.

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