Señor Director:
El gobierno evalúa la manera de insistir en su reforma tributaria. Más allá del mecanismo que utilice, es claro que siempre dispone de la posibilidad de allegar recursos para finalidades sociales cortando, reduciendo y reasignando gastos que actualmente no generan ningún valor. Si hay algo reprochable de la gestión de los gobiernos de los últimos 30 años, y que el actual renueva, es haber saturado la administración pública con miles de operadores y activistas políticos, a los que todos los meses se les paga un sueldo por labores improbables o, en cualquier caso, absolutamente prescindibles. Se ha trastocado y envilecido el espíritu del servicio público, pasando desde uno enfocado en servir a la ciudadanía a otro dedicado a servirse del Estado sin ninguna inhibición. A su vez, en las esferas más altas del Estado, se observa una creciente y escandalosa presión inflacionaria de asesores con remuneraciones que, en algunos casos, llegan a ser lesivas para las personas que viven en medio de estrecheces. En esta área, además, es habitual la práctica del amiguismo, el nepotismo, el cuoteo y la compensación de favores pasados, conformando un brumoso sector prebendario que lastra la administración con inequidad, falta de mérito y dispendio irresponsable de recursos públicos.
Así, mientras las autoridades piensan que todo se soluciona incrementando la carga impositiva, las contrataciones en el Estado crecen, los gastos superfluos aumentan y, finalmente, la cuenta la tenemos que pagar todos los ciudadanos, las personas comunes y corrientes, el sufrido y postergado pueblo de Chile.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado