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Revalorizar al peatón

Chillán tiene una gran ventaja respecto de otras ciudades: el ancho de sus calles. Sin embargo, el diseño de éstas ha privilegiado el uso del automóvil por sobre el flujo peatonal. Sin embargo, en la capital de Ñuble un 50% de los flujos de tránsito son peatonales, lo que entrega una clara señal de cuál es el modo que se debe potenciar, tarea que se puede lograr mediante el ensanche de veredas, el mejoramiento de éstas (muchas veces con un gran espacio de tierra) y el desarrollo de paseos peatonales.

Sobre estos últimos, ante la ausencia de referentes locales, se puede aprender de los errores. En tal sentido, los dos tramos del Paseo Arauco son ejemplos de lo que no hay que hacer. Sus resultados -más allá del mal gusto de sus diseño original y posteriores remodelaciones- han sido menos que modestos. El tramo 1, que fue diseñado para el tránsito mixto, pero reservado exclusivamente para peatones, se convirtió en una pequeña explanada multiuso donde se desarrollaban actividades artísticas y ferias menores, esporádicas al principio y casi permanentes en los últimos años. Ahora, tras la reciente y cuestionada intervención que hizo el municipio, esa función se trasladará al tramo 2 (El Roble-Maipón), lo que es resistido por la Cámara de Comercio, que teme que ocurra lo mismo que en Maipón, donde puestos de venta instalados de forma temporal se quedaron para siempre.

Diferente es lo que ocurre con las calles El Roble y Libertad. La primera es una de las más cotizadas del centro y a los establecimientos ubicados entre Arauco y Sargento Aldea 5 de Abril, en general, les va muy bien. La segunda, en tanto, ha sido definida como la columna vertebral del barrio cívico de la capital regional.

La necesidad de El Roble, hoy, es contar con un mayor espacio para los peatones -precisamente por su bullante actividad comercial-, objetivo que se logra con la construcción de un bulevar. Esta idea, si bien no es nueva, pues ya se había mencionado antes de la construcción del Paseo Arauco, podría volver a tener vigencia, si el nuevo plan regulador que elaborará el municipio así lo define.

En el caso de Libertad, se hizo recientemente un completo estudio base de todo lo que se hará en el futuro, donde se incluirá la mantención y recuperación de inmuebles patrimoniales, como también una completa propuesta para rescatar sus veredas, mejorar las áreas verdes y la arborización y conformar, en definitiva, una gran paseo urbano donde el vehículo no puede interferir.

En ambos casos, el gran ancho de la calle es un aliado importante, pues permite, por un lado, aumentar el espacio para el flujo peatonal, y a la vez, reservar un espacio adecuado para el tránsito de vehículos livianos.

Habrá que estar atentos, entonces, a si los nuevos instrumentos de gestión del espacio público considerarán peatonizar El Roble, como también si el futuro barrio cívico estará más pensado para las personas que para los automóviles.

Lo que debe estar claro, antes de plantear cambio como éstos, es que su objetivo principal debe apuntar a que ambas calles sean más amigables con el peatón, en el marco de una visión estratégica de ciudad, que busque, en el largo plazo, desincentivar el uso del vehículo particular en las calles céntricas y mejorar la estética urbana

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