Como un resurgimiento han calificado el proceso que ha vivido la escuela rural en el último tiempo en la región de Ñuble, ya que paulatinamente se ha ido revirtiendo la tendencia que ocurría en el pasado en que gran parte del alumnado migraba a las urbes a seguir su educación secundaria.
En la actualidad, hay varios ejemplos de establecimientos rurales que han experimentado una “expansión”, al impartir nuevos cursos que permitan dar continuidad al proceso educativo.
Desde el Ministerio de Educación reconocen que han adoptado una política orientada a fortalecer la educación rural, dotándola de lo necesario para acortar las brechas entre la enseñanza rural y urbana.
“Creo que estamos en un momento donde hay recuperación de matrícula de las escuelas rurales, hemos autorizado dos escuelas rurales para que tengan su enseñanza media este año, que son Guarilihue Alto, en Coelemu; y Lomas de Chudal, en Portezuelo y eso refleja un cambio de mirada, refleja que en algunos sectores también está volviendo población y también refleja una valoración de la escuela rural, porque incluso tenemos escuelas que reciben estudiantes desde el sector urbano. Así que creemos que estamos en un momento de inflexión donde la escuela rural se va a potenciar mucho más”, reconoce el seremi del ramo, César Riquelme.
Es el caso de la Escuela José Andrés Leiva Leiva, ubicada en el sector El Caracol, de San Fabián, que este año inauguró oficialmente séptimo básico ante la necesidad de las familias de recibir educación para sus hijos en su propia localidad.
Distante a 20 kilómetros de San Fabián, el establecimiento abrió sus puertas en 1966 con una matrícula de 18 alumnos, cifra que no ha variado significativamente en la actualidad. A la fecha asisten 15 estudiantes de primero a séptimo básico. Sin embargo, en su época de gloria, en 1986, llegó acoger a más de 70 estudiantes en sus dependencias que contaban con un internado, hoy utilizado como albergue ante contingencias.
Valeska Flores es profesora de Educación Básica con mención en matemática y desde 2009 trabaja en la Escuela José Andrés Leiva. Llegó desde Concepción para un reemplazo y terminó radicándose en San Fabián. Desde 2017 ejerce como directora y cursa un magíster en Alta dirección y Liderazgo.
Desde que egresó de la Universidad de Concepción su mayor anhelo ha sido ejercer la docencia en el mundo rural, ya que siente que en este contexto hay mayor libertad para innovar y alimentar el espíritu de superación de los niños.
Es una convencida de que la educación rural tiene su espacio ganado y que paulatinamente ha torcido la mano al destino, evitando la migración campo-ciudad por necesidades educativas.
“A partir de este año incorporamos séptimo. Fue una solicitud de la comunidad, del centro de padres. Nuestra población vive muy distanciada, hay gran dispersión geográfica, entonces, los estudiantes viven muy lejos. Por ejemplo, tengo el caso de dos estudiantes que viven en el sector de Los Sauces y desde ahí ellos deben cruzar el río en “carrito” y después siguen su trayecto a caballo, demoran aproximadamente 40 minutos o más en llegar a su hogar, luego de cruzar el río. Para venirse al colegio, el mismo trayecto en caballo, cruzan el río en el carrito y después toman el bus escolar para llegar a la escuela aproximadamente 30 a 40 minutos más”, comenta.
No es primera vez que el plantel tiene séptimo básico. Entre los años 1988 y 1992, también se impartió junto con octavo básico y luego por la baja matrícula dejó de funcionar, hasta ahora.
Para la docente es necesario derribar mitos en torno a la enseñanza rural, cuando se pone en duda su calidad y méritos frente a la urbana.
“Tengo una convicción plena de que la educación rural es lo mejor que uno le puede ofrecer a los niños. De hecho, mis dos hijas estudian en la escuela y, con la experiencia propia como mamá, sé que los niños son felices. Es otro tipo de enseñanza y experiencia, la convivencia escolar es incomparable, es muy beneficioso que todos los niños se conozcan, el tema de los espacios es muy positivo y la educación es mucho más personalizada. El individualismo que hoy está tan cohesionado en la sociedad no se ve acá. No hay competitividad”, valora.
El trabajo educativo desplegado por la escuela ha sido clave en la apertura de nuevos cursos.
“Tenemos un centro de padres súper cohesionado, trabajamos con la comunidad. Priorizamos la formación valórica y el trabajo en equipo. Trabajamos en la sala con tutoría donde los niños más grandes le ayudan a los más pequeños. El más grande fortalece su aprendizaje y el pequeño aprende con mayor agrado de sus pares. Esa es una experiencia que no tienen los niños en cursos simples. Es una escuela con sello comunitario, es un punto de encuentro de la comunidad, por ejemplo, la solicitud de séptimo y octavo, no solo surgió del centro de padres, sino se unieron todas las agrupaciones, las juntas de vecinos, el club de adultos mayores”, explica.
Esa confianza depositada en el quehacer educativo ha generado que alumnos del sector urbano viajen hasta el sector de “El Caracol” para aprender en ese lugar.
“De hecho, tenemos estudiantes de San Fabián urbano, que viajan todos los días hacia El Caracol para estudiar acá, y eso por el tema de la convivencia escolar, además de la calidad de la educación. Séptimo básico tiene cinco alumnos, es algo único estar en un curso donde uno tendrá una educación extremadamente personalizada y, además, con proyecto de integración escolar, que desde el año pasado implementamos para mejorar nuestros resultados”, enfatiza.
Incorporan enseñanza media
La Escuela Lomas de Chudal, ubicada a 12 kilómetros de Portezuelo, es otro ejemplo del “resurgimiento” de la educación rural, ya que este año por primera vez estrenó su primero medio con 17 alumnos.
En la actualidad el establecimiento destaca por una matrícula de 105 alumnos, dejando atrás años de registros más bajos.
“Por muchos años nos mantuvimos con una matrícula entre 70 a 80 alumnos. Tenemos desde prekínder hasta octavo año básico y este año por primera vez tenemos enseñanza media. (…) Por la mantención de las familias en el sector, además de la migración de la población urbana hacia los sectores rurales nos permitió la matrícula en primer año medio. No había cupos en establecimientos urbanos, entonces, el equipo de gestión vio la necesidad de apoyar a las familias”, explica la directora Rosalía Mendoza.
La profesora reconoce que en la actualidad la enseñanza en el mundo rural ha alcanzado estándares equiparables a la impartida en la urbe.
“La educación rural hoy en día es similar o mejor, porque es una atención mucho más personalizada. Además, los Simce, al menos de nuestra escuela, así lo han demostrado. En los últimos años ha sido catalogada por la Agencia de Calidad de Educación con un nivel alto, es decir, como una escuela autónoma”, subraya.
Para la educadora el respaldo del municipio ha sido un articulador vital en la expansión de estos establecimientos.
“Nuestro sostenedor ha tratado que las escuelas rurales no se mueran, porque son los centros de congregación de las comunidades. Es lo que le da vida al sector”, comenta.
En Coelemu, la Escuela de Guarilihue Alto, que data de 1939, cambió su estatus a Liceo en 2019, ya que por primera vez integró ese año la enseñanza media.
Su primer curso de cuarto medio egresó el año 2022. De un total de 19 estudiantes, la mayoría ingresó a la educación superior en las universidades de la zona, tres optaron por instituciones de las FF. AA. y dos ingresaron directamente al mundo laboral.
Dentro de sus logros, el liceo destacó entre los cinco establecimientos de la región de Ñuble con mejores resultados en la PAES. Benjamín Ortiz Salvo obtuvo 960 puntos en la Prueba de Lenguaje.
En la actualidad, el establecimiento cuenta con 325 estudiantes, con un promedio de 20 por curso.
Según su director, Bernardo Paredes, la transformación de escuela a liceo, “cobijó la necesidad educativa de las familias, ya que en esa fecha los niños debían trasladarse a Concepción, Tomé o Chillán para cursar la enseñanza media”.
Desde su visión, el municipio ha sido pieza clave en el fortalecimiento de la educación rural, asimismo, el equipo y la comunidad han respondido a esa confianza con gestión orientada a mejorar el rendimiento.
“Nuestra comuna ha sido como ejemplo de lo que se inició hace cinco años ya, está a la cabeza en ese aspecto. (…) que se puede desarrollar educación en el sector rural cuando está la voluntad y disposición de invertir al respecto, porque eso tiene un costo y en ese aspecto, las autoridades generalmente son reacias porque piensan que no va a tener la repercusión que se requiere para que se financie. En nuestro caso, nosotros hemos demostrado que es factible, que se puede y depende de la voluntad y capacidad del equipo de funcionarios y de la familia”, explica.
A juicio del profesor, la atención más personalizada, el reforzamiento para aquellos alumnos con desempeño más débil y una amplia gama de actividades extraprogramáticas han sido sus principales cartas para sacar adelante su oferta educativa. Por ejemplo, este año desarrollarán un proyecto de muralismo.
“Estamos a la par con los otros establecimientos, incluso llegan alumnos del sector urbano, nos eligen a nosotros. Llegan todos en transporte escolar porque las distancias son considerables en la localidad”, dice.
Abrir nuevos cursos
En vías de seguir los mismos pasos que los ejemplos anteriores y ampliar sus cursos, se encuentra la Escuela Los Coigües, en San Fabián, que se creó 1960 al interior del fundo La Montaña, a manos de los propios trabajadores que la construyeron, siendo en primera instancia de adobe. Fueron los dueños del fundo quienes donaron parte del terreno para que los trabajadores tuvieran un lugar donde sus hijos pudieran estudiar. Tras eso, la escuela ha sido reestructurada en múltiples ocasiones.
A la fecha, el establecimiento presenta cursos combinados con 13 alumnos de primero a sexto básico que aprenden en una misma sala. La comunidad solicitó la incorporación de los cursos de séptimo y octavo básico. Sin embargo, temas de carácter técnico y ajenos al ámbito estrictamente escolar, los mantienen a la espera de una resolución.
“Los niños no querían bajo ningún punto dejar el establecimiento, lo que implica dejar la familia por largos periodos, salir del ambiente protector, por eso estamos luchando para incluir séptimo y octavo”, expresa su directora, Alejandra Aravena, quien trabaja hace 15 años.
En palabras de la docente, “la solicitud está en la Seremi de Educación, puesto que nos faltaba regularizar el plano del colegio, porque la escuela tuvo una modificación antes de la pandemia, y ese plano no estaba regularizado y en eso estamos entrampados en este momento, pero es un proceso que va a salir. Lo de los planos es largo, porque depende del DAEM, luego va a la Dideco y ahí se va a la Seremi a Chillán. Ojalá salga este año”.
Un fuerte vínculo con la comunidad, el alto sentido de pertenencia y la sana convivencia han sido los sellos diferenciadores que les han permitido ganar adhesión en la comunidad.
“Hacemos giras pedagógicas y actividades motivadoras. Por ejemplo, en 2019, antes de la pandemia, realizamos el primer viaje en avión con los niños y padres, que fue súper motivador porque tuvieron la posibilidad de volar por primera vez. Fuimos de Concepción a Santiago y visitamos el Museo Interactivo. Contamos con los recursos SEP, que ha sido un gran apoyo para mejorar la equidad y calidad educativa. También financiamos uniformes, contamos con buena infraestructura y tenemos internet. Desde el año pasado tenemos el PIE”, detalla.
La profesora relata que el efecto de pandemia ayudó un poco a las escuelas rurales producto que muchas familias dejaron la ciudad para volver al campo o por tema de seguridad para estar en un ambiente más relajado y sin tantas restricciones.
“El año pasado rendimos una buena prueba Simce, que nos hizo acreedor del Sistema Nacional de Excelencia Académica. En Matemáticas tuvimos más de 300 puntos y en Lenguaje alrededor de 280. También somos la primera escuela de la comuna con el Sistema Nacional de Certificación Ambiental, en 2012, y la hemos mantenido hasta el día de hoy”, valora.
Si bien los resultados son motivo de orgullo, también admiten que existe temor ante un eventual cese de la unidad por su baja matrícula, un factor común en los sectores rurales. Sin embargo, confían en la política educacional que se ha impulsado desde el gobierno en pro de estas unidades.
“Lamentablemente, la matrícula ha bajado un poco, cuando llegué en 2012 era de 24 alumnos y ahora tenemos 13, por eso también queríamos formar el séptimo y octavo, porque si se forma aumentaría la matrícula y podrían llegar alumnos de otros sectores”, comenta.