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Peatones mal educados

El ejercicio de observar el comportamiento de los peatones chillanejos deja evidencia más que suficiente para afirmar que existe casi nula educación de tránsito y una preocupante inclinación de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, a comportarse de manera temeraria. Esta conducta explica en buena parte el hecho que la cifra de muertos por atropellos promedie los 25 los últimos 10 años, de los cuales al menos el 95%, según revelan los informes policiales, fueron por culpa fue del peatón.

Según la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito (Conaset), en los últimos 4 años en el país hubo 61.400 atropellos. La misma entidad ha identificado las infracciones más repetidas: cruzar sorpresivamente (58%), pasar con luz roja (43%), atravesar una avenida o carretera por la calle en vez de la pasarela (29%) y transitar bajo los efectos del alcohol (12%).

Es evidente que el transeúnte está indefenso, aparentemente, frente a los excesos de conductores de vehículos que no reparan en su propia seguridad y menos aún en la ajena. Sin embargo, llegado el momento de explicar aquellos porcentajes, los expertos en seguridad vial subrayan que la desobediencia es generalizada: ya sea por ignorancia, indiferencia o imprudencia. Da la impresión de que infieren, erróneamente, que se les aplican todos los derechos y están eximidos de obligaciones.

No se trata de un detalle desconocido. Basta con detenerse en las múltiples situaciones que son apreciables a simple vista en todas las avenidas y las calles de la ciudad, desde las más concurridas hasta las menos pobladas.

Esta suerte de desafío cotidiano es muestra expresiva de una preocupante carencia de cultura cívica. En otros países, las disposiciones viales son acatadas en forma rigurosa y el que las viola se atiene a la sanción que pueda caberle. En Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, el 74% de los que mueren en accidentes de tránsito son ocupantes de vehículos, mientras que en Chile, casi la mitad de los fallecidos por esta causa son peatones o ciclistas.

La seguridad peatonal es uno de los grandes retos de nuestro país. Esta debe concebirse desde una mirada integral, que involucra la educación vial, entendida como la adquisición de hábitos que le permiten al ciudadano acomodar su comportamiento a normas y principios del tránsito. Pero también forma parte de otro concepto mucho más amplio como es la educación social, que implica una educación para la ciudadanía responsable, que se concreta a partir de la creación de hábitos y actitudes de convivencia, cultura ciudadana, calidad de vida, y por supuesto respeto por las normas de seguridad vial y peatonal.

Cuando en el conjunto de la sociedad se haga patente vincular el respeto absoluto por la normativa vigente con la convivencia, empezarán a revertirse las contundentes estadísticas que ahora dan cuenta de una absurda cantidad de muertos, heridos, discapacitados físicos de por vida y pérdidas materiales que anualmente deparan los accidentes de tránsito.

Hasta llegar a ese objetivo, sería positivo el afianzamiento de medidas punitivas eficientes y efectivas, que paradójicamente existen en nuestra legislación, pero que inexplicablemente no son aplicadas.

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