Patrimonio y desarrollo regional

Este fin de semana, Ñuble se sumará a una celebración que, año a año, crece en participación ciudadana y sentido colectivo: el Día del Patrimonio Cultural. Con más de 140 actividades programadas en las 21 comunas de la región, y este año con el lema “La fiesta de Chile”, cumple 26 años consolidándose como un hito que conecta a la ciudadanía con su propia historia, sus edificios, sus creencias, sus oficios y su forma de entender el mundo.
Pero si bien la apertura de museos, edificios históricos, iglesias, cementerios y talleres artísticos es una valiosa invitación al encuentro con nuestras raíces, el desafío y la pregunta de fondo es mayor: ¿Estamos dispuestos a incorporar el patrimonio como parte estructural de nuestro desarrollo?
Preservar lo patrimonial no es solo conservar fachadas o rituales. Es, sobre todo, dar sentido de pertenencia, proyectar identidad, y sembrar orgullo comunitario. En Ñuble -una región rica en historia e identidad cultural- esta visión puede contribuir de forma significativa a revertir el rezago económico y el debilitamiento de nuestro tejido social.
En ese sentido, el sistema educativo tiene un rol insustituible. Incorporar contenidos sobre patrimonio cultural en el currículo escolar puede generar una transformación silenciosa, pero profunda. Porque lo patrimonial no solo vive en los libros: habita en los oficios tradicionales, en la arquitectura, en las cocinas campesinas, en las danzas y las leyendas, en los juegos infantiles, en las formas de organización vecinal. Todo ello forma parte del legado que debemos transmitir.
Educar sobre patrimonio es educar para el arraigo, para la valoración del territorio, para comprender de dónde venimos y hacia dónde podemos caminar. Y, como plantea el economista y experto en desarrollo territorial Sergio Boisier, esa conciencia puede traducirse en valor económico si se vincula con un modelo productivo que reconozca y utilice los atributos identitarios de cada localidad.
Boisier plantea tres principios que bien podrían inspirar una nueva mirada regional: primero, desarrollar productos culturalmente enraizados pero capaces de insertarse en mercados globales; segundo, fortalecer la autonomía de cada territorio para definir sus estrategias de desarrollo a partir de sus recursos y capacidades propias; y tercero, fomentar liderazgos locales e inversión sostenida en conocimiento, investigación y formación.
En muchos países, ese enfoque ha sido clave para potenciar regiones rurales o periféricas. No se trata de repetir modelos, sino de entender que el patrimonio cultural también puede ser motor de emprendimiento y cohesión social, si se gestiona con visión y voluntad.
Ñuble tiene todo para convertirse en una región que hace de su patrimonio e identidad cultural una ventaja comparativa. Pero eso no ocurrirá por inercia ni por decreto. Requiere de una ciudadanía activa, de emprendedores que sepan valorar estos atributos y agregarlos a su oferta, de autoridades comprometidas, de una institucionalidad moderna y de una mirada de largo plazo que entienda que el desarrollo no solo se mide en cifras, sino también en la capacidad de una comunidad para reconocerse, valorarse y proyectarse a partir de lo que es.