Nuevo Gobierno Regional
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Basados en las estadísticas que hoy tenemos en pobreza, desempleo y desempeño de la actividad económica, somos una región pobre y altamente dependiente de la inversión estatal. Esa es la realidad con que ayer asumieron por un nuevo período el gobernador regional Óscar Crisóstomo y el nuevo Consejo Regional conformado por 16 representantes, 8 de la provincia de Diguillín, 4 de Punilla y 4 de Itata. Hay 10 de oposición y solo 6 pro oficialistas y del total, 13 son debutantes.
Con tal conformación y ante un año 2025 de alta intensidad electoral, la muñeca política del jefe regional será puesta a prueba y no solo para cohabitar con consejeros y consejeras de oposición que son mayoría, igual que con el representante presidencial en la zona (que podría ser de signo político a partir de 2026), sino también para concitar voluntades y enfrentar desafíos compartidos por las 21 comunas, como también otros particulares de cada territorio.
De hecho, diversas encuestas y estudios de opinión han mostrado que la ciudadanía vincula expectativas de desarrollo y bienestar a las autoridades regionales electas, sobre todo después de un primer periodo donde se aprobaron un total de 261 iniciativas, pasando de 44 proyectos el 2021 a 99 el 2024, lo que representa un aumento de un 225% con respecto al inicio de su funcionamiento. Por otra parte, el ente colegiado mostró confianza en las iniciativas cuya unidad técnica era un municipio, o bien, beneficiaban directamente a una comuna, representando cerca del 60% de los proyectos.
Tras 4 años, lo concreto es que se ha registrado un consistente incremento del gasto fiscal de decisión regional, que no es poco, aunque hay cosas que no han cambiado, como la desigualdad entre comunas y provincias y una amplia ruralidad postergada que continúa siendo sinónimo de pobreza. De hecho, en su alocución de ayer, el gobernador Crisóstomo enfatizó que la equidad territorial sigue siendo el mayor desafío del nuevo CORE.
Lo mismo ocurre con la actividad económica, donde el reto continúa siendo mejorar nuestros indicadores y para ello se necesita atraer inversión y políticas públicas que la incentiven. Aquí hay avances, pero son aún tímidos y vemos a un sector privado local que se ha visto todavía reticente a invertir en nuevos negocios derivados de la agregación de valor. Que los mayores planes de inversión que hoy tiene la Región provengan del Estado y de empresarios foráneos que han reconocido el potencial de Ñuble, dice mucho de ese conservadurismo en el tejido productivo local.
A estas alturas debemos asumir que los cambios políticos-administrativos y tener autoridades regionales electas contribuyen, pero para superar nuestros problemas estructurales el único camino posible es que los sectores público y privado cumplan a cabalidad sus roles en la política y la economía y se unan en torno a un proyecto regional concreto, pero igualmente imaginativo y audaz.
Por eso, junto con desearle un buen desempeño al nuevo gobierno regional, conviene advertir a quienes lo integran sobre la tentación de instrumentalizar su rol para sacar dividendos políticos y figuración. La visión que se necesita de quienes asumieron ayer es de tal importancia, que debe ser asumida con honestidad, responsabilidad y espíritu cívico.