Nuestra tierra

El Día de la Tierra reúne cada 22 de abril a mil millones de personas de todo el mundo para llamar la atención acerca de los problemas más acuciantes del planeta. Esta versión 55 de la efeméride creada en 1970 en Estados unidos, tiene como misión incentivar el uso de energías renovables y dejar atrás el uso de combustibles sucios como el carbón, el petróleo y el gas natural.
En nuestro caso, la contribución a ese objetivo, al menos en materia de generación, es cada vez más relevante.
La irrupción de iniciativas de generación eléctrica a partir de fuentes renovables viene empujando hace más de un lustro la carpeta de inversiones proyectadas en Ñuble.
En ello se refleja el auge de los parques solares que ha experimentado la región, primero de la mano de los incentivos a los Pequeños Medios de Generación Distribuido, lo que explica el alto número de parques de menor tamaño (3MW); y hoy con proyectos de mayor envergadura que apuestan precisamente por la descarbonización de la matriz energética chilena. De esta forma, a los 35 parques fotovoltaicos en operación -que suman del orden de 160 MW de potencia bruta- se deben añadir otros en construcción. Además, hay más de una docena de proyectos, aprobados o en evaluación ambiental que se caracterizan por ser de mayor tamaño y varios por incorporar en sus diseños centros de almacenamiento de energía.
Por otro lado, si bien la región no cuenta con ningún parque eólico hasta ahora, eso cambiará en los próximos años, pues ya han obtenido su aprobación ambiental cuatro proyectos, uno de los cuales ya comenzó su construcción. Se trata del parque Pemuco, propiedad de la empresa Engie Chile, que contempla una inversión de US$ 228 millones y contará con 22 aerogeneradores con capacidad para producir 165 MW, equivalentes al consumo de 100 mil hogares y a una reducción de 40 mil toneladas de emisiones de CO2 al año.
En resumen, hoy la región experimenta un boom de inversiones en esta materia, debido principalmente a factores de mercado, como el valor del suelo, ubicación estratégica y proyección de demanda, que la convertirán en una gran contribuyente a la descarbonización de la matriz energética nacional. Esto suena muy positivo, pero puede resultar todo lo contrario si no ponemos atención sobre la vulnerabilidad ecológica y social, producto de las transformaciones que pueden causar actividades económicas como la generación de energía solar y eólica, que concentran la mayor parte de los proyectos de inversión ingresados a evaluación ambiental en Ñuble los últimos 5 años.
Ñuble tiene una economía que crece lento y necesita diversificarse, pero no a cualquier precio. Lo que está ocurriendo con el rechazo al emplazamiento de plantas fotovoltaicas y parques eólicos en suelos agrícolas de la región no solo resuena hoy como una ironía a propósito del Día de La Tierra, y nuestra contribución a la descarbonización energética y a la salud del planeta, sino también como una señal de alerta de que conviene volver a preguntarnos cuánta claridad hay sobre hacia dónde debe ir Ñuble y cómo hacerlo.