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Sin ningún documento de identidad oficial del Estado, los niños iraquíes nacidos bajo el “califato” del grupo Estado Islámico (EI), ahora derrotado, tienen difícil conseguir tratamiento para enfermedades como el asma o la epilepsia.
“Es injusto“, suelta Salima, una mujer de 36 años, madre de cuatro hijos y residente en el campo de desplazados de Laylan 2, en el norte de Irak.
Tres de sus hijos nacieron bajo el yugo del grupo ultrarradical. Al no contar con ningún documento de identidad oficial, no pueden ni ir a la escuela ni dejar el campo.
Sobre las rodillas de Salima, Abdulkarim no logra dormirse, en medio de un calor abrasador. Su asma crónico se agrava, según su madre.
“Hay una clínica en el campo pero no es buena. Nos envían a los hospitales, pero la seguridad del campo no nos dejará salir”, explica a la AFP, acariciando la cabeza de su bebé.
Para salir de Laylan 2, aunque sea de forma breve, las familias desplazadas deben presentar sus papeles de identidad a la policía federal o incluso pedirle a alguien que actúe como aval.
Irak declaró a finales de 2017 la “victoria”, pero el reinado de tres años de los yihadistas en gran parte del territorio tuvo efectos desastrosos a largo plazo.
Una gran parte de Irak está en ruinas, con 1,6 millones de personas desplazadas, incluyendo 45.000 niños que viven en campos. El Consejo Noruego para los Refugiados (CNR) reveló hace poco la situación de esos menores.