La primera vez que Hernán Rivera Letelier tuvo noción de su talento para escribir fue a los 19 años. Tras haber trabajado algún tiempo en las salitreras de la pampa agarró una mochila y junto a un amigo emprendió un improvisado viaje por Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina para impregnarse del mundo que existía fuera de sus propias fronteras. En uno de esos viajes, oyó por la radio local el lanzamiento de un concurso de poemas y el premio era una suculenta cena para dos en un restaurante. Esa misma noche recordó a un examor nortino y se lanzó a escribir para llevar el poema al otro día a la radio que organizaba el certamen. Hernán Rivera lo ganó y se hizo de esa apetecida cena.
Parte de esta historia es la que relatará en una nueva presentación agendada en la ciudad. El escritor, Premio Alfaguara 2010, estará en el Teatro Municipal de Chillán este martes 9 de abril a las 19.00 horas en una actividad organizada por la Librería Qué Leo, la Biblioteca Volodia Teitelboim y la Corporación Cultural Municipal de Chillán.
Entre viajes, charlas y la escritura de un nuevo trabajo, Hernán Rivera Letelier conversó con LA DISCUSIÓN.
-¿En qué va a consistir la presentación de este 9 de abril?
-Vamos a dar una charla de mi obra en general y de mi último libro en particular. Se llama “El hombre que miraba al cielo”. En el fondo doy un testimonio de mi comienzo como escritor y de lo que me costó llegar donde estoy.
-La historia de su último libro, como en todos los otros, transcurre en el norte…
-El último libro es una historia que transcurre entre Antofagasta y San Pedro de Atacama; es un viaje que hacen tres personajes, el viejo que miraba el cielo, un joven que pinta con tiza el pavimento y una niña que hace maromas en un semáforo. Es el último viaje de ellos, pero hay una vuelta de tuerca que sorprende a todo el mundo que se enfrenta a esta novela corta.
-Antes de eso, estuvo dedicado al tema de la muerte…
-Escribí una trilogía policial en donde la muerte encabezó cada título. Son “La muerte es una vieja historia”, “La muerte tiene olor a pachuli” y “La muerte se desnuda en La Habana”. Los dos primeros transcurren en Antofagasta y el otro en La Habana, como lo indica su nombre.
-¿Qué escribe por estos días?
Estoy afinando una novela que voy a publicar en agosto. Esto te lo cuento como primicia. Se llama “El autodidacta”, y es semi autobiográfica. Es la historia de un joven que comienza a escribir en las calicheras, en la pampa, tal como yo, que estuve 35 años ahí. También aparece la historia de su amigo que empieza a boxear y la de una niña que fue reina de la primavera. Los dos protagonistas se enamoran de ella.
-Se parece bastante a su vida…
-Bueno, es semi autibiográfica porque el poeta es mi alter ego, pero las otras son ficción.
-¿Cómo resume su historia personal, basada en el sacrificio y esfuerzo?
-Descubrí de pronto que tenía un don, talento o sensibilidad artística al escribir, a contar historias, y me aboqué completamente a esto. Tuve perseverancia, constancia, trabajé mucho y no se me regaló nunca nada. Gracias a ese esfuerzo logré lo que tengo hasta ahora, mis libros se traducen a 22 idiomas y están en los cinco continentes. Estoy contento porque he podido contar la historia de mi gente, de mi aldea. Tal como decía Tolstoi, cuenta a tu aldea, pero de manera universal.
-¿Qué le parece regresar a Chillán?
-Siempre que voy a esa zona me encanta porque me doy cuenta que mucha gente me lee, he ido varias veces y tengo allá hartos lectores y eso es importante para un escritor porque uno trabaja para que lo lean. Eso es fundamental, tengo mucha suerte, me siento privilegiado porque donde voy me leen, pero lo principal es que me quieren y eso es impagable. Siento que en Chillán, además de leer mis libros, la gente me quiere, me tiene cariño y eso es rico sentirlo.