Una dieta deficiente es responsable de más muertes en todo el mundo que el covid-19, el tabaco, la presión arterial alta o cualquier otro riesgo para la salud, según un estudio científico de la Universidad de Washington, en Estados Unidos. El consumo de cantidades bajas de alimentos saludables, como los cereales integrales y demasiados alimentos poco saludables, incluidas las bebidas endulzadas, representa una de cada cinco muertes en todo el mundo.
“La mala alimentación es un asesino de igualdad de oportunidades. Somos lo que comemos y los riesgos afectan a las personas en una variedad de características demográficas que incluyen edad, género y estado económico”, dice el doctor Ashkan Afshin, autor principal del estudio en que participaron más de 130 científicos de casi 40 países.
A nivel local, estudios del Ministerio de Salud y de universidades, coinciden en que llevamos una dieta poco saludable, lo que se traduce en obesidad, discapacidad y enfermedades asociadas al sobrepeso, como la diabetes, la hipertensión y cáncer, entre otras patologías.
Monotonía alimentaria, consumo excesivo de calorías “vacías” y una sobrecarga de azúcares agregados son características de la alimentación de los ñublensinos, bien alejada de lo que serían los buenos hábitos de nutrición, con un consumo mayor de frutas y verduras frescas que tenemos en abundancia y cortes magros de carne vacuna, pollo sin piel y, sobre todo, pescado.
De estos estudios también se destaca que uno de los nutrientes que más se encuentra y en exceso en nuestra dieta -por supuesto, también en la de los escolares- es el azúcar, incluso en una proporción mayor que la de grasa.
Igualmente, se constata que la malnutrición por exceso es un mal que ha aumentado durante los últimos años en menores. Según el último mapa de Junaeb, que se dio a conocer la semana pasada, un 26,3% de los niños y niñas de la Región presenta obesidad. Por eso es importante que las instituciones que trabajan con menores desarrollen estrategias nutricionales que complementen el trabajo educativo. Otro dato coincidente es que la alimentación de los hombres es menos saludable que la de las mujeres y que en la ciudad se come peor que en las zonas rurales.
En el caso de Chillán, se advierte el mayor consumo nacional de alimentos con alto contenido de nutrientes críticos y energía. Además, se comprobó que los habitantes de esta zona son quienes consumen menos cantidad de alimentos con nutrientes protectores y los que presentan mayor sobrepeso y obesidad de la población nacional. Una condición que no implica solamente un aumento de peso, sino de la masa de grasa corporal lo que constituye un factor de riesgo para contraer otras enfermedades.
Esta realidad que desnudan los estudios es lo que se ve, dicen los especialistas, diariamente en los centros de salud de la Región de Ñuble: cómo crecen los niveles de obesidad y sobrepeso que se corresponden evidentemente con el desconocimiento generalizado en la población de cuáles son los hábitos alimenticios más saludables y el riesgo que conlleva seguir comiendo tan mal.