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Maduro y “La Pera Madura”

Sergio Inostroza, músico chileno de la Nueva Ola, popularizó en los años sesenta una canción que se llamaba “La Pera Madura”, entre otros tantos éxitos de esa notable generación de músicos criollos de la década del 60. La letra decía:

“El tiempo es lo que todo cura

Borrando penas y amarguras

Quizás la dicha que

tanto sueño

Es una pera que está madura…

Y caerá, caerá, caerá…

Al pensar tal vez, en el amor.

La oposición venezolana inspirada o no en la canción de Inostroza, después de años de quejas, divisiones, caudillismos, llamados golpistas, divisiones y recriminaciones, logró borrar “penas y amarguras”, apostando a ”que el tiempo todo lo cura”, para unirse y enfrentar al dictador Maduro, y derrotarlo, utilizando el precario espacio que el dictador dejó a la oposición, fruto de la presión internacional.

Y al igual que la canción de la nueva ola “Quizás la dicha que tanto sueño”, empezó a soñar con un futuro en libertad y democracia plena. “Es una pera que está madura…Y caerá, caerá, caerá.”

La oposición pensó que la pera estaba madura y el dictador Maduro podía caer de maduro, gracias a la cohesión política más allá de las ideologías y a la voluntad democrática del pueblo venezolano. Se trataba de recuperar la democracia de una singular dictadura creada por Maduro y compañía, en la cual aún existiendo las instituciones clásicas de la democracia representativa, son controladas por una sola mano, la del dictador, la que con una escribe poemas de amor y paz, y con la otra reprime a sus opositores hasta llegar a aliarse para ello con el crimen organizado.

La pera estaba madura, pero Maduro no entregó el poder.

Todo hacía pensar que caería derrotado por la fuerza del voto. Pero no fue así.

No ocurrió lo que en Chile, en esa alucinante noche del 5 de octubre de 1988, cuando ante la evidencia de que el dictador quería desconocer el resultado adverso, fue su propio entorno el que se apresuró a reconocer la victoria de la opción NO, decretando con ello el fin la dictadura de Pinochet.

Maduro montó un relato de baja estofa, que ha dejado tantas huellas y evidencias de fraude, tan burdo como monstruoso a la vez, lo que hoy día se traduce en un creciente aislamiento internacional, autoalimentado por la propia dictadura.

Ver llorar en las calles a cientos de venezolanos que no solo soñaban y pensaban que ahora sí recuperarían la libertad para volver a su patria querida, resultó conmovedor, dramático y muy doloroso para muchos chilenos también. Compartimos su frustración, sus penas y la rabia infinita.

Los próximos días serán decisivos para suerte de Venezuela y su diáspora, la política tiene la palabra una vez más, aunque el camino sea más largo. Como consuelo y también con esperanza cantemos con ellos:

“Es una pera que está madura…

Y caerá, caerá, caerá…

Al pensar tal vez, en el amor…”

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