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Los celulares y el crimen organizado

A llama a B y le exige un depósito mensual de cinco mil dólares. Si no, ejecutará a parte de su familia. Sabe quiénes son y dónde viven en Venezuela.

B llama a C y le exige un depósito mensual de siete mil quinientos dólares, sino ejecutará a su hermano y a su padre que viven en una toma en Cerrillos, en Chile.

C llama a C1, C2 y C3 y les exige que le depositen tres mil dólares mensuales cada uno, de lo contrario torturará y ejecutará a algún familiar.

C1,C2 y C3 son repartidores de Delivery y se dedican además a robar celulares en Providencia, lo hacen como motochorros; se los sacan de las manos a sus víctimas, así los encuentran abiertos, por lo que pueden hacen giros bancarios. También se dedican al tráfico de drogas para poder cumplir con las exigencias de B.

C1, C2 y C3, no se conocen entre sí, ni conocen a B.

Esta cadena no es un juego ni es una fórmula algebraica. Así es cómo funciona el crimen organizado. Es una máquina de recaudar dinero a través de células que tienen cortafuegos entre sí, y que funcionan en cadena y de manera piramidal.

No reconocen límites de países y menos de ciudades; el crimen organizado es un fenómeno global. A, el líder, vive en la cárcel de Tocorón en Aragua, es el jefe del tren de Aragua. Su celda es una oficina con todo tipo de lujos y opera con total impunidad, técnicamente está preso. B está en Santiago 1 en Chile, una cárcel en la Región Metropolitana. Su celda es más modesta que la de A, sin embargo, es una buena “caleta” para conectarse con C, que vive en Santiago centro.

A su vez C1, C2 y C3 viven en el sector sur de la ciudad y no se conocen entre ellos, sólo conocen a C. No saben de la existencia de B, ni menos de A. Estos tienen redes propias compuestas por sicarios.

Toda esta cadena no sería posible sin la existencia de los teléfonos celulares. El crimen organizado ha creado una estructura delictual a partir de la existencia de este aparato. Es una versión muchos más sofisticada y por cierto criminal de las muy chilensis estafas telefónicas, que eran una versión más sofisticada del clásico cuento del tío.

Un informe reciente de un juez en visita a Santiago 1 ha constatado que 1.281 imputados extranjeros lideran bandas extorsivas que manejan el comercio de drogas y armas desde el penal.

Todo esto es posible gracias a los celulares en manos de los presos. Del cien por ciento de los celulares ingresados, se estima que el 30% son ingresados por funcionarios corrompidos y el resto por las visitas (incluidos abogados ocasionalmente) y una parte menor a través de “pelotazos”. Se habla de inhibidores de señal, eso es aceptar que el crimen organizado controla las comunicaciones desde el interior. Ello no va al problema de fondo, esto es evitar el ingreso de celulares.

Hoy, es ineludible las visitas por locutorio con escucha de las conversaciones y control estricto de los funcionarios en el ingreso a sus trabajos. Hay tecnología para ello. Cero celulares en manos de los presos sería un golpe efectivo al crimen organizado.

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