Señor Director:
Volvieron las lluvias a gran parte de nuestro territorio central, donde habían estado tan esquivas durante los últimos años. Fueron
motivo de alegría para algunos y de preocupaciones, penas y pérdidas para muchos otros. Hay manifestaciones de la naturaleza que
muestran su poder con furia y arremeten contra la vida. Lo han hecho a lo largo de la existencia de este mundo. No hay época en que
se hayan registrado cataclismos que no cobraran vidas humanas; pero de todos podemos sacar lecciones constructivas. En relación
con el clima y las lluvias, sus efectos nos muestran dónde y cómo instalarnos en el territorio. Debemos respetar los cauces, aunque las
aguas se ausenten de ellos por años. Es necesario evitar terrenos inestables o vulnerables al paso de las aguas eventuales.
Tenemos que observar con atención dónde se instalan animales y vegetación en forma natural y seguir su ejemplo. Debemos estar
alerta frente a los avisos de la naturaleza. Todo esto parece obvio, pero llegado el momento de expandir nuestras ciudades o de instalar
nuevos asentamientos, parecemos olvidarlo. Miremos con atención cómo soplan los vientos, cómo caen las aguas del cielo y cómo
circulan atraídas por la gravedad. Cómo recibimos los rayos del sol y cómo determinan las temperaturas en las diferentes latitudes.
Cómo asentarse en zonas de ciclones o de terremotos.
Abramos los ojos y los sentidos a las señales de la naturaleza y reaccionemos a ellas con sensatez, sin olvidar siglos de experiencia
de nuestra especie.
José Domingo Peñafiel
Miembro de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA