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La historia de la deuda que la ciudad mantiene con Claudio Arrau León a 34 años de su fallecimiento

A más de tres décadas de un compromiso formalizado para trasladar a Chillán los restos de la madre y esposa del maestro pianista Claudio Arrau León, la ciudad aún espera que se concrete este acto que representa un reconocimiento histórico, cultural y familiar para la tierra que lo vio nacer.

El 18 de enero de 1995, se firmó un convenio entre Carmen Arrau Reintsema, hija de Claudio Arrau, la Municipalidad de Chillán, representada en ese entonces por el alcalde Aldo Bernucci Díaz, y la Corporación Cultural Sociedad Musical Santa Cecilia, presidida por Ricardo Ramos Arellano. Este acuerdo, avalado por la asesoría jurídica municipal, estableció la voluntad conjunta para realizar el traslado de los restos de Ruth Schneider de Arrau y Lucrecia León de Arrau, esposa y madre del pianista, respectivamente, desde Nueva York, donde actualmente reposan, al Cementerio Municipal de Chillán.

El convenio especificaba que la Municipalidad y la Corporación Cultural asumirían el costo y las gestiones para el traslado, con la autorización formal de Carmen, quien representaba también a su hermano Christopher Arrau Schneider. El acuerdo establecía además, que ambos restos serían sepultados en el Cementerio Municipal, en el mismo lugar donde yacen los restos del maestro.

Pese a la claridad de este compromiso y la voluntad expresada por las partes, el traslado nunca se concretó. Hoy, más de 30 años después, los restos de Ruth Schneider y Lucrecia León permanecen en el Cementerio Ferncliff, ubicado en Hartsdale, Nueva York, Estados Unidos, una situación que representa una deuda histórica y cultural con Chillán.

El periodista Carlos Bastías Fuentes, quien ha documentado y seguido el proceso a lo largo de los años, recuerda que en noviembre de 1997 Christopher firmó en Seattle, Washington, un acta ante notario que autorizaba el traslado de los bienes personales del maestro a Chillán, con el apoyo de su hermana Carmen. Este acto, realizado en la icónica torre Aguja del Espacio (Space Needle), fue un paso fundamental para la creación del Museo Claudio Arrau León, inaugurado en diciembre de 2005.

Por su parte, el gestor cultural Jaime Carrasco ha aportado valiosos documentos y análisis que dan cuenta del convenio de 1995 y la intención formalizada de efectuar el traslado, así como de los obstáculos que han impedido su ejecución. Según Carrasco, el principal freno ha sido la falta de decisión y respaldo institucional desde las autoridades municipales y nacionales, a pesar de la disposición expresada por la familia Arrau.

Christopher Arrau Schneider, quien actualmente trabaja en el área comercial de audiovisuales en Seattle, ha expresado en diversas ocasiones su entusiasmo por concretar esta iniciativa, aunque lamenta la burocracia y los trámites engorrosos que la han retrasado. En sus palabras: “Me sigue entusiasmando la posibilidad de llevar a Ruth y Lucrecia a Chile”, pero reconoce que sin un impulso claro de las autoridades chilenas, esta posibilidad se mantiene en el limbo.

Para que esta deuda histórica sea saldada, Christopher sostiene que el proyecto debe ser asumido formalmente por la Municipalidad de Chillán, con el respaldo del Ministerio de Relaciones Exteriores y la Embajada de Chile en Estados Unidos, que podrían facilitar la exhumación y traslado de los restos. Solo así, asegura, se podrá cumplir con la voluntad del maestro y su familia, y con el sentimiento de los habitantes de Chillán, que desean honrar la memoria de uno de sus hijos más ilustres.

La importancia de traer a casa los restos de la madre y esposa del maestro tiene, además, un profundo significado simbólico y afectivo para Chillán, pues representa la culminación de un ciclo que conecta la historia familiar con la identidad cultural de la ciudad.

Así lo recuerda Jaime Carrasco, quien advierte que, a mediados de la década de los noventa, Carmen envió una carta al diplomático James Holger exponiendo su preocupación por no concretar el traslado de los restos de su madre y abuela. Según Carrasco, Carmen advierte lo siguiente en su misiva fechada en 1994: “Nosotros, la familia, estamos muy contrariados por el hecho de que mamá no esté junto a mi padre. Si esto no se resuelve estoy decidida a traer a mi padre de regreso a Nueva York para enterrarlo en el Cementerio donde está mi madre, porque ellos tienen que descansar juntos”.

Según Carlos Bastías, quien continúa en contacto con el único hijo vivo de Arrau, Christopher, él aún tiene la disposición necesaria para concretar el anhelo no solo de la familia, sino también del mismo maestro.

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