La diagonal de las sensaciones
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Las manzanas de Chillán son las más grandes de las ciudades chilenas: 125 metros por cada cuadra, tal como lo mandató el decreto firmado por el presidente José Joaquín Prieto. Eso data de 1835, año de la fundación del actual Chillán, el de las doce cuadras por lado, también conocido como Chillán Nuevo.
Cuando se camina por la ciudad, en efecto por cada cuadra suma 125 metros, salvo que cruce alguna de las 5 plazas en diagonal, entre ellas la plaza del Mercado.
Todas las mañanas alrededor de las ocho de la mañana, cruzamos la plaza del mercado rumbo al trabajo, el ingreso a ella es por Maipón, esquina Isabel Riquelme. Entrar en esa diagonal es una fascinante vivencia cargada de magia; se sienten nítidas las conversaciones de los feriantes que empiezan a instalar sus puestos. Las voces se funden con granos de todos los colores y sabores, frutos secos, verduras y frutas que lucen relucientes sus colores, alimentos no perecibles, sabores de todo tipo y olores tan frescos, como sabrosos, se encuentran en esa diagonal.
Al centro, la Pérgola de las Flores, con los aromas de la frescura de cada mañana, que de manera multicolor llena de vida el cruce de las diagonales, como si nunca se hubiesen ido de allí.
En algún rincón alguien ofrece tortillas al rescoldo, otro paltas relucientes, tomates y naranjas, quesos y aceitunas y huevos de todas las tallas. Luego, nuevamente frutos secos, orégano , pimienta y aliños. Así suma y sigue, hasta llegar a unas muy bien dotadas cocinerías, donde se puede tomar desayuno con pan amasado y la tradicional paila de huevos con jamón.
Cuando se llega al final de la diagonal en Arturo Prat con 5 de abril, la magia va paulatinamente desapareciendo, pero quién sale de este tránsito por el trazo más largo de un triángulo como es la hipotenusa, pero más corto en la caminata matinal, sale renovado, vitalizado y con la sensación de que ha cruzado un túnel lleno de vida, notable de virtudes y revitalizador de males y dolencias.
Eso es nuestra plaza del mercado, que tiene una magia como pocos mercados en el mundo. Es parte indisoluble de nuestra identidad, de nuestro patrimonio y nuestras tradiciones. Conservarla, gestionarla y ponerla en valor como unos de los hitos más importantes de la ciudad, es una obligación que debemos compartir todos: el Estado a través de sus autoridades y los ciudadanos como usuarios. También quie
La Plaza del Mercado de Chillán recoge la vieja tradición de muchas ciudades de ser el gran abastero de la región. Una huella viva de la ciudad que se instala en 1835 y que llega hasta nuestros días. Habla de tradiciones, de gastronomía, de patrimonio intangible y de patrimonio inmaterial, de artesanas que aún conservan sus oficios, de alimentos multicolores y de especies centenarias.
La plaza del mercado habla de nuestra propia historia como ciudad, la cual nos pertenece a todos, para preservarla conservarla y proyectarla al futuro como el principal punto de encuentro con la naturaleza a través de sus productos.
Cruzar todos los días la diagonal de la plaza de armas desde Isabel Riquelme con Maipón hasta 5 de abril con Arturo Prat, está resultando un ejercicio fundamental.