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Informalidad laboral

A pesar de los esfuerzos por incentivar la contratación formal y sancionar las actividades informales, la informalidad laboral se mantiene en niveles preocupantes, tanto a nivel regional, como nacional.

Según la más reciente encuesta de empleo del INE, durante el trimestre móvil octubre-diciembre de 2024, la tasa de ocupación informal en la región de Ñuble se situó en 35,6%, lo que representó una disminución de 0,6 puntos respecto a igual periodo de 2023. No obstante, sigue siendo una tasa elevada, de hecho, es la segunda más alta a nivel nacional, después de La Araucanía (37,3%), y está muy por encima del promedio país de 26,4%.

Pero más allá de las variaciones, la informalidad es un mal crónico de la región, propio de las economías subdesarrolladas, sinónimo de empleos precarios, con tasas que durante 2024 no bajaron del 35%, de la mano del debilitamiento del mercado laboral regional, que se constata en los elevados niveles de desempleo.

Si bien los aumentos de la informalidad se asocian con periodos de menor dinamismo económico, en Ñuble inciden diversos factores, como la alta ruralidad, asociada a trabajos sin contrato en el agro; la cultura; la escasa diversificación de la matriz productiva y los bajos salarios relativos que ofrece el mercado laboral formal.

Asimismo, también asoman otros factores que favorecen la informalidad, como la voluntad de los propios trabajadores -muchos de ellos mujeres-, que optan por trabajos informales que brindan la flexibilida necesaria para realizar labores de cuidado, pero también como una engañosa forma de no declarar ingresos y mantener ciertos beneficios sociales, como bonos y subsidios.

Es evidente que también influyen las dificultades de algunos grupos para integrar el mercado laboral formal en la región, así como también la falta de interés, lo que está relacionado con el escaso dinamismo económico. Pero también es importante considerar la rigidez de las jornadas como un desincentivo a la formalidad.

A nivel macro, además, se observan crecientes incentivos a la informalidad, donde el más evidente es el encarecimiento de la contratación formal, fruto de una serie de políticas públicas impulsadas por la actual administración. Ejemplo de lo anterior lo constituyen el aumento del salario mínimo y la reforma previsional recientemente aprobada.

En términos generales, la informalidad laboral se combate con crecimiento económico, un desafío complejo para el país y para la región; por otro lado, se requiere flexibilizar la legislación laboral, con pragmatismo y sin eslóganes, de manera que ésta responda adecuadamente a las necesidades de las empresas y los trabajadores, sin que ello signifique una desprotección; pero también se enfrenta con educación y con fiscalización efectiva, dos aspectos en los que hay mucho por mejorar. De hecho, se reconocen los esfuerzos de las instituciones públicas por enfrentar la informalidad, tanto en materia de fiscalización como en la implementación de incentivos, pero ciertamente son insuficientes.

A nivel regional, el diagnóstico ya es conocido: la falta de dinamismo en la creación de empleos formales es un síntoma del comportamiento de la economía, por lo tanto, en la medida que se concreten más inversiones y se generen puestos de trabajo con salarios competitivos, Ñuble podrá comenzar a soñar con mejorar este indicador.

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