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Estilos de hacer política y campaña

En un año en que se disputa la conducción del país se vuelven más evidentes dos estilos de entender la política y por ende, de comportarse en las campañas electorales: la confrontación y la propuesta.

Cada uno encarna distintas visiones del mundo y distintas posiciones existenciales.

Los que creen que la política es una forma de alcanzar niveles de desarrollo económico y social para la mayor parte de las personas, reconocen en ciudadanos y ciudadanas a personas con deseos, necesidades y potenciales diversos, y sobre todo con capacidad crítica para juzgar, a través del debate, quién posee las mejores y realistas propuestas para aspirar al poder.

Para los que creen, en cambio, que la política es una confrontación, la mirada se centra en el enemigo, o en los muchos enemigos que necesitan recrear constantemente para alimentar la estructura de sentido de su discurso. La tarea es enfrentarlo y vencerlo. El día se organiza a partir de ello, y las horas las pasan inventando trampas para debilitar al adversario. Noticias falsas, imágenes trucadas, frases distorsionadas y noticias falsas son parte de las municiones que despliegan a diario a través de las redes sociales.

Para la política confrontacional el ruedo igualitario del debate es inconcebible. Rehúyen el cara a cara y prefieren las redes sociales donde pueden desplegar su estilo combatiente. En general, el político confrontacional solo sabe comunicarse con adherentes incondicionales y acríticos. Su propaganda suele desarrollar una retórica engañosa.

De esta última lógica y sus manifestaciones estamos teniendo demasiado este año de comicios parlamentarios y presidenciales.

Ciertamente hay excepciones, candidaturas que se sitúan en la vereda de la propuesta y aportan razonabilidad al debate político. Pero, lamentablemente, son muchas más las candidaturas que se caracterizan por los ataques personales, con niveles de intolerancia y odiosidad que no habíamos visto antes, amplificados por las tecnologías de información y el alto consumo de ellas entre los ciudadanos (as) de todas las edades.

La función política es una de las actividades de mayor impacto social, no solo debido a que las decisiones que se toman afectan directamente el bienestar de las personas, sino que también proyectan las conductas y valores de sus actores hacia el resto de la población.

Esto adquiere cada vez mayor relevancia, a medida que las sociedades se tornan más complejas, con mecanismos de poder y comunicación social más sofisticados. Por tal motivo, debe existir una constante preocupación por fomentar activamente conductas socialmente responsables entre quienes aspiran a cargos públicos.

Los candidatos y candidatas a la Presidencia de la República y al Congreso Nacional también están cumpliendo una función docente, como líderes de opinión, y por lo mismo, deben dar un ejemplo de civilidad, buscando convencer al electorado con argumentos e ideas razonables, sin recurrir a la descalificaciones, a las mentiras y a los golpes bajos contra el adversario (a).

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