Señor Director:
El 21 de marzo se conmemora el Día Internacional del Síndrome de Down (SD), que, cabe destacar, no es una enfermedad, sino una condición genética en que el embrión posee 47 cromosomas en lugar de 46, pues presenta tres copias del cromosoma 21 en vez de dos. Por ello se le conoce también como trisomía 21.
Chile es el país latinoamericano donde nacen más niños/as con esta condición al año, 2.4 por 1000 nacidos vivos, cifra muy por sobre la media mundial. Sobre esto debemos reflexionar, pues en varios países de Europa se pueden abortar a los niños/as con SD, incluso hasta la última semana de embarazo, lo que produjo, según un estudio realizado el año 2021 y publicado en la European Journal of Human Genetics, una reducción poblacional de niños con SD en un 27%. Ante dichas cifras, surgen preguntas ¿es válido que una persona pueda decidir si merece vivir o no un niño/a con SD? ¿Es menos válida la vida de un niño con SD? La respuesta es NO, pero a medida que las leyes de aborto se vuelven más permisivas, la vida queda a merced de algunos.
Desde la concepción, biológicamente, comienza la vida humana, pero también desde ese instante es persona en acto, que necesita sólo tiempo para desarrollar sus múltiples potencialidades. Los estados y organizaciones, por su parte, debiesen mantener un rol activo en promover un acompañamiento a las familias, favorecer la estimulación temprana y un vínculo de apego seguro en el tiempo, como también favorecer la inclusión, mejorando así su desarrollo y calidad de vida presente y futura. Necesitamos una transformación profunda y coherencia al hablar de inclusión y de la promoción de la vida humana, para no caer en las contradicciones en las que han incurrido algunos países europeos.
Pía Bustamante Barahona
Académica de Enfermería USS