Si se trata de hacer una lista de los desafíos que enfrenta el agro en Ñuble, no es difícil identificar los principales hitos o procesos que debieran marcar la agenda del sector durante las próximas décadas. Cabe destacar que tales desafíos son ampliamente compartidos por los principales actores locales, que entienden el impacto que tienen para esta actividad, llamada a ser el gran motor del desarrollo de la región.
Lo primero que llama la atención es la gran cantidad de temas pendientes que deberán seguir discutiéndose y analizándose. La escasez hídrica asociada a la disminución de la superficie de algunos cultivos, los pasos que deben dar los tres principales proyectos de embalse en Ñuble, el difícil escenario de precios para los productores de rubros tradicionales, la pérdida de masa ganadera, los nuevos desafíos en materia de inocuidad y mejoramiento genético para la industria frutícola exportadora, las inversiones en infraestructura para la agroindustria, así como las oportunidades que representan nuevos acuerdos comerciales y la mayor demanda por alimentos saludables y sustentables ambiental y socialmente, asoman como los más relevantes.
A esto se deben sumar ciertos temas que son materia de preocupación por parte de los productores, como la creciente falta de mano de obra, el desinterés de las autoridades por iniciar un debate legal sobre la introducción de cultivos transgénicos, la alta informalidad en la agricultura familiar campesina y la baja inversión en investigación e innovación.
No obstante, también hay motivos para tener una mirada optimista respecto del futuro, tanto porque se ha ido instalando una positiva conciencia sobre la configuración de una región agroalimentaria, a partir de una estrategia de desarrollo y de la colaboración entre los sectores público, privado y la academia, como también por lo que se observa en la práctica, donde merece destacarse el surgimiento de numerosos emprendimientos en el segmento de los agroprocesados, que a punta de esfuerzo han logrado avanzar en la cadena de comercialización, uno de los desafíos más urgentes para los micro y pequeños empresarios agrícolas.
En línea con lo anterior, también debemos valorar el creciente interés por la asociatividad, donde las experiencias de cooperativas y consorcios marcan un interesante rumbo.
Ahora, considerando que el inventario es demasiado extenso, lo razonable sería priorizar de modo inteligente, con un instrumento de planificación que le dé sentido a una política local pro-agro que aborde las diversas temáticas con un enfoque sistémico, y no de forma fraccionada y dispersa, como ha ocurrido en el pasado.
Apostar por el sector agroalimentario puede ser una gran elección, siempre y cuando tengamos una mirada estratégica para su desarrollo y ésta sea impermeable e independiente de los ciclos electorales, pues su éxito dependerá en mucho de la continuidad, liderazgo y de un esfuerzo sistemático y constante en el tiempo. Solo así se podrá darle valor a toda la cadena de producción asociada a la agricultura y de paso, promover una mayor equidad territorial en una región que tiene indicadores de salarios, desempleo, calidad de vida que van a la cola del país.