Anoche, dos días antes de las elecciones, como establece nuestra legislación, finalizó el plazo para efectuar propaganda, dando inicio al período denominado “veda electoral”, donde se espera que la ciudadanía procese la información recibida durante las campañas electorales y reflexione el sentido de su voto. Todo esto, en el entendido que las dos opciones que plantea este plebiscito que se realiza el domingo tuvieron las mismas oportunidades de difundir sus propuestas e hicieron un esfuerzo por dar a conocer con claridad, sin dobleces, los argumentos que los llevan a apoyar una u otra opción.
Lamentablemente, esa igualdad de oportunidades es apenas una aspiración, pues más allá de la franja en TV y una débil campaña del gobierno, se mantiene la correlación entre poder económico y mayores posibilidades de influir en los votantes por la vía de la compra de propaganda y espacios en medios de comunicación masiva, tradicionales y digitales.
Por otra parte, de sus narrativas y contenidos, también cabe una mirada crítica sobre el uso morboso de ciertos elementos, apariciones en redes sociales que confunden a los usuarios y algunas interpretaciones mentirosas con forma de titulares que se viralizan muy rápido, aunque muy pocos hagan clic en el enlace o se den el tiempo de verificar el real contenido de la norma de la que se habla.
Los expertos llaman “silencio electoral” a las 48 horas previas a una elección, que pueden ser muy sensibles en la definición de las personas indecisas, y relevantes cuando el resultado es incierto como ocurre con el plebiscito del domingo; y que nos conecta con otro concepto también determinante para proyectar el comportamiento de una gran masa de votantes despolitizados: “la espiral del silencio”, que comprende a toda la gente que no da a conocer previamente su opción electoral porque tiene miedo a los comentarios adversos.
Se trata, en definitiva, de una elección conceptual, es decir, que la definición de la ciudadanía será respecto de un texto y no de una persona en específico o del desempeño del gobierno, aunque algunos sectores insistan en vincularlos y desinformar a través de redes sociales y plataformas de mensajes para influir en los votos de las personas.
Por eso, el llamado es a ser capaces de distinguir entre la realidad política y la demagogia y a no dejarse seducir por mensajes efectistas, que subestiman a las personas y a su capacidad de decidir de manera informada.
Nos asiste el convencimiento que todos podemos aportar para que el proceso electoral de este domingo sea, en lo posible, espejo de corrección y de responsabilidad, y el resultado de una reflexión informada que nos lleve a elegir la mejor opción para Chile, el de hoy, pero sobre todo el del mañana.
Lo que está en juego es nada menos que la Constitución Política de la Nación, la máxima ley, la base de toda la arquitectura normativa e institucional de nuestra sociedad, y debe bastar para que la sociedad ñublensina, en su conjunto, movilice sus mejores energías para que esos objetivos se cumplan.