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¿Chile se achoró?

Señor Director:

Recientemente vi una entrevista a Guaraquena Gutiérrez, una de las voceras de la comunidad venezolana en Chile, a propósito de la presentación del humorista venezolano George Harris, en Viña del Mar, en la que ella sostuvo que los chilenos son una sociedad compleja, muy crítica, que dice las cosas de manera directa; muy distintos a los venezolanos, que son más sensibles. Dicha descripción simplista y discutible, me hizo recordar aquella época, quizás veinte años atrás, en que había cierto consenso entre nuestros profesionales de la opinión de que los chilenos éramos más bien tímidos y cínicos, poco dados a decir las verdades de frente o a expresar nuestras opiniones, a veces por respeto, para no herir al interlocutor, otras por miedo al rechazo o a ser objeto de burla, o por temor a ser parte de una minoría.Hace unos veinte años también recuerdo que se escuchaban algunas voces de latinoamericanos criticando a los chilenos que comenzaban a salir al exterior, muchos de ellos profesionales que llegaban a ocupar puestos directivos en empresas chilenas que se expandían por Sudamérica, y también turistas chilenos de clase media que tenían los recursos para visitar países vecinos. De ellos se criticaba su arrogancia y prepotencia, conductas que en Chile no eran aplaudidas.¿Es que acaso los chilenos de verdad cambiamos? ¿Será que pasamos de la timidez al achoramiento sin experimentar una fase intermedia basada en el respeto? ¿O simplemente desarrollamos una segunda personalidad para usar en redes sociales escondidos detrás de la pantalla?No tengo una respuesta contundente para esas preguntas, pero como chileno y observador silencioso de nuestra sociedad, me atrevo a afirmar algunas conclusiones: Creo que los chilenos de Santiago son más agresivos e irrespetuosos que los que viven en las regiones del sur; creo que siempre ha habido fuertes componentes de clasismo en las conductas de los chilenos y que, a medida que la sociedad ha ascendido en la escala de ingresos, ese rasgo se ha agudizado; creo que seguimos siendo cínicos y doble estándar; pero también creo que las nuevas generaciones no tienen ningún interés en replicar el modelo pasivo de conducta de sus padres y abuelos. Puede ser un cambio positivo en términos generales, sin embargo, creo que un cambio de actitud debe ser siempre acompañado del respeto por el otro, y en eso todos tenemos una gran responsabilidad.

Javier Faúndez E.

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