Nuestro país, pese a contribuir de manera mínima con sus emisiones al cambio climático, es altamente sensible a este fenómeno y se encuentra expuesto, en toda su extensión, a eventos climáticos extremos que resultan cada vez más frecuentes, haciendo que los paisajes sean más inflamables y aumentando así la probabilidad de que se produzcan incendios más grandes y peligrosos.
En un nuevo análisis global, publicado a fines de 2022 por el Centro de Investigación de Incendios forestales de la Universidad de Swansea (Gales), científicos han descubierto que en muchas regiones del mundo, incluida la nuestra, las condiciones meteorológicas propicias a incendios están aumentando a un ritmo incluso superior al estimado por los modelos climáticos.
En Ñuble, zona eminentemente agrícola-forestal- el calentamiento global y la modificación de las dinámicas de lluvias, vientos y temperaturas ya están causando grandes pérdidas económicas y ecológicas y dejando cientos de familias damnificadas.
Esa es la cara de la exposición a riesgos vinculados con el clima que tendemos a olvidar, la vulnerabilidad social que volvemos a ver con los incendios forestales en Ñuble.
No hay duda, entonces, que los efectos directos e indirectos de este fenómeno climático ya alcanzaron a nuestro territorio, especialmente bendecido en sus características geográficas y ambientales, con una diversidad pocas veces vista en nuestro país.
Sin embargo, muchos consideran que el cambio climático es un problema que está siendo manejado de una u otra manera en las altas esferas, por los gobiernos y organismos internacionales, y por lo tanto hablar de su impacto local, es injustificado.
Tampoco faltan quienes agregan que esta problemática ambiental es una necesidad imperiosa para salir del subdesarrollo.
Pero más allá de justificaciones o disculpas, lo cierto es que al observar la situación de la región, se constata un permanente aumento de la brecha que separa la protección, remediación y restauración ambiental, de los impactos y la pérdida de biodiversidad que han supuesto la mayoría de las estrategias de apropiación de recursos naturales de nuestra economía.
Hoy son los incendios forestales y las plantaciones de especies exóticas en la provincia de Itata las que están en la mira, pero en las otras dos provincias (Diguillín y Punilla) también se advierte que el desarrollo de otras actividades económicas constituye una potencial amenaza, en la medida que no exista una visión que combine la conservación de esos ecosistemas con los emprendimientos que allí se proyectan o que ya son realidad.
Debemos tener presente que la Región de Ñuble nació inmersa en condiciones donde se mezclan la necesidad de diversificar y agregar valor a nuestra matriz productiva basada en recursos naturales, con la conciencia sobre los impactos de las actividades económicas sobre la naturaleza. Se trata de un escenario inédito y complejo, pero también de una oportunidad única para, una vez superada la emergencias, discutir un nuevo paradigma en el uso de nuestro territorio.