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Las abundantes precipitaciones del pasado invierno -y sus desastrosas consecuencias- sacaron de la agenda pública y de las conversaciones ciudadanas el tema de la megasequía que sufre la región. Pero lo cierto es que Ñuble se seca y estamos haciendo muy poco para adaptarnos a esa nueva realidad.
En los últimos 15 años, la zona central de Chile enfrenta una megasequía agudizada por el cambio climático, y para este año, las proyecciones no muestran un escenario distinto. Habrá un descenso de las temperaturas en los próximos días, pero de todas formas los expertos pronostican temperaturas sobre lo normal en marzo, extendiendo el verano hasta abril. Según el reporte estacional de la Dirección Meteorológica de Chile, que abarca los meses de febrero, marzo y abril, los termómetros se mantendrán altos en gran parte de la zona centro y sur del país, incluida la región de Ñuble. Los informes también constatan el debilitamiento del fenómeno de “El Niño” y la aparición de “La Niña” durante el invierno, lo que reducirá las precipitaciones, por lo que es casi seguro que este año no habrá un superávit de lluvias, como ocurrió la reciente temporada.
Este paulatino y prolongado descenso de las precipitaciones exige políticas públicas proactivas, que apunten a la eficiencia en el uso del agua y a incentivar la generación de nuevas fuentes, de la mano de la investigación y la innovación.
Y no se trata de ser alarmistas cuando se plantea que más de 8 mil familias de zonas rurales de la región deben ser abastecidas con camiones aljibe, debido, principalmente, al agotamiento de los acuíferos subterráneos que utilizaban, los mismos que durante 15 años no se han recargado adecuadamente, tampoco se han recargado artificialmente, y muy por el contrario, han sido sometidos a una mayor explotación debido al incremento de la demanda, tanto para consumo humano como para la agricultura.
Además de estos “embalses naturales subterráneos” y de la nieve que se acumula en la cordillera durante el invierno -cada vez menos-, la región no cuenta con obras de acumulación que permitan hacer frente a la escasez, que se agudiza entre diciembre y marzo, como los embalses que sí existen en otras regiones.
Pero además de embalses, los expertos coinciden en que se requiere una mejor gestión, tanto a nivel de cuencas como de usuarios. A nivel de cuenca, la toma de decisiones para asegurar un uso eficiente del agua debe contar con información clave, como el monitoreo de nieve, de aguas subterráneas y superficiales y de temperaturas. Y esa toma de decisiones debe residir en el nivel regional, con el apoyo de un consejo asesor técnico. A nivel de usuarios, la industria manufacturera y la agricultura moderna llevan algunos pasos adelantados en eficiencia, gracias a la incorporación de la tecnología, pero también, con un cambio cultural, un cambio que ha permeado en algunos grupos, pero que no se observa en la sociedad, pues son varias las generaciones que nacieron y crecieron en tiempos de abundancia de agua. Hay, entonces, un tremendo desafío, de poner en valor el agua en la sociedad, donde la educación, en todas sus dimensiones, es una herramienta fundamental.