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El rol clave de la plaza y la iglesia San Francisco para sacar la cárcel del centro

En el contexto de la Agenda Ñuble 250, el gobernador Óscar Crisóstomo visitó los avances de las obras de mejoramiento de la plaza San Francisco (o Pedro Lagos Marchant) el que ya presenta un 67% de ejecución y que dispone de $2 mil millones por parte del Gobierno Regional (GORE) para su remodelación.

Más allá de proyectar su futura fisionomía, el gobernador ha impulsado la visión de integrar la plaza con la Iglesia San Francisco, la que también está avanzando con  diversas mejoras, que incluyen la remodelación de su histórico museo, el que a causa de diversos daños estuvo cerrado por años para volver a abrirlo este mes.

Sin embargo, desde el GORE buscan concretar una tarea que, en ocasiones, pareciera imposible: remover la cárcel que enfrenta a la plaza por calle Isabel Riquelme.

La intención es parte de la Agenda Ñuble 250 y “dentro de esta agenda se encuentra incluido el Eje Cívico San Francisco, que pretende recuperar lo que ya estamos haciendo. Primero la Plaza San Francisco, posteriormente en una segunda etapa la Iglesia San Francisco con su convento y, sin duda, una de las etapas probablemente más complejas, pero más necesarias, es el traslado de la cárcel de Chillán de su actual ubicación, para que este lugar se transforme en un eje que permita convivir con la plaza y el convento y la iglesia que están ahí presentes”, ratifica el gobernador.

Dentro de las gestiones más inmediatas está la de reunirse con el ministro de Justicia, Jaime Gajardo, “porque esperamos que el Gobierno actual, finalmente, tome una decisión del traslado de la cárcel y con esto seguir avanzando en un eje cívico que sin lugar a dudas va a dar una proyección mucho mejor a este sector tan emblemático de la capital regional”, afirmó.

Valorizar el patrimonio local

Esta visión de desarrollo integral, donde la obra de la plaza se complementa con el futuro traslado de la cárcel y la conservación patrimonial, fue respaldada por la secretaria ejecutiva de la Agenda Ñuble 250, Camila Flores, quien explicó que “desde la Secretaría Técnica, quisimos visitar los avances de esta obra porque con ella se detona la recuperación de los espacios públicos en este punto de la ciudad. Vemos una gran oportunidad para revalorizar nuestro patrimonio, creando circuitos que integren el Museo de San Francisco y su Iglesia”. En la misma línea, Karen Sobarzo, arquitecta del equipo, agregó: “visitamos la Iglesia San Francisco porque, para la Agenda Ñuble 250, el patrimonio regional es fundamental. Queremos evaluar las posibilidades de mejora y apoyar a la comunidad en la conservación de esta edificación”.

Proteger su condición vecinal

Algo como un “sí, pero” es la postura de Raquel Henríquez, presidente de la Junta de Vecinos del sector Sargento Aldea, a la intención del Gobierno Regional de impulsar la salida de la cárcel del centro para destinar su infraestructura a un centro cívico que integre a la remozada plaza San Francisco y al Museo Franciscano, en proceso de remodelación.

La idea de aunar tres símbolos del corazón de la historia local suena lógica y coherente por lo que su consecución sería mucho más que un logro político, sin embargo, la dirigente vecinal advierte que “nosotros luchamos 14 años por este cambio, pero para recuperar la plaza para los vecinos, para los niños del colegio San Buenaventura y para quienes trabajan en su entorno”.

Con ese enunciado, lo que pide es que “no se transforme en una segunda Plaza de Armas, con ferias itinerantes todo el tiempo, actividades masivas ni con camioneros subiendo y bajando de la plaza para traer y llevar mercadería”.

La postura es coincidente con la del arquitecto especialista en urbanismo, Miguel Pino, quien destaca que si bien “este rol de capital regional (de Chillán) requiere de una cierta reivindicación de los espacios urbanos y generar los ejes cívicos del proyecto Ñuble 250 del GORE, sin embargo, hay que estudiar bien la función que se piensa ir dándole a estos ejes”.

Pino, entre otras miradas, apunta a evitar aglomeraciones, romper con dinámicas vecinales o incomodar al quehacer cotidiano.

“Por otro lado, es cierto que los espacios destinados a los edificios públicos están al debe, entonces sí es necesario sacar la cárcel y darle un uso necesario para la ciudad, integrado a la plaza pero sin condicionarla a propósitos diferentes de aquellos para lo que fue construida o a hacerla perder su identidad”, remarcó.

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