Agregación de valor en el agro local

Nadie discute que el futuro económico de Ñuble está estrechamente ligado con mejorar la competitividad y la eficiencia de su agricultura, pero principalmente por agregar valor a su producción, que consiste básicamente en materias primas, siempre muy vulnerables a las fluctuaciones de los mercados internacionales.
Las exportaciones de alimentos de Ñuble están poco diversificadas y se concentran principalmente en una decena de frutas y hortalizas frescas y congeladas, azúcar e inulina. Además, hay una importante producción agropecuaria orientada al mercado interno, donde destacan rubros como los cereales, la ganadería, la apicultura y la vitivinicultura, con una fuerte presencia de pequeños productores y bajos niveles de industrialización.
En esa línea, la existencia de muchos pequeños productores con dificultades de acceso a financiamiento, con una cultura recelosa de la asociatividad y con una baja incorporación de tecnología y capital humano calificado, son obstáculos importantes a la hora de pensar en la agregación de valor.
Por otro lado, en aquellas empresas de mayor tamaño, que sí tienen el capital o la capacidad de endeudamiento para invertir en innovación, no abunda el interés por asumir ese riesgo. Lamentablemente, hay escasos puentes de comunicación entre los centros de investigación locales y los ejecutivos de estas firmas, la mayoría de las cuales tiene su matriz en otras ciudades, razón por la cual los primeros no conocen las necesidades y expectativas de los segundos, y por otro lado, estos últimos no siempre saben de los avances en materia de investigación científica obtenidos a nivel local para el desarrollo de alimentos procesados, ingredientes y aditivos, o incluso, en el ámbito de la conservación.
Las ventajas de Ñuble para el desarrollo agrícola y, a su vez, el rezago en innovación y agregación de valor, hacen indispensable que exista un mayor compromiso del Estado y de sus autoridades por generar incentivos en el agro, de manera de brindar las condiciones para una efectiva industrialización, con obras de riego, infraestructura pública y logística adecuada, energía a bajo costo y capital humano calificado, pero principalmente, con una visión integradora que permita posicionar a la industria de los alimentos como el motor de la economía regional.
Si bien los acuerdos de libre comercio firmados por Chile facilitan el acceso de nuestros productos a los grandes mercados mundiales, no es menos cierto que Colombia, Argentina y Perú también pueden ofrecer lo mismo. En ese sentido, avanzar en materia de diversificación y en la agregación de valor a la producción no solo permitiría enfrentar con más herramientas los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas, sino que también aumentar los retornos para productores y exportadores.
El desafío, entonces, pasa necesariamente por la asociatividad de los pequeños productores, de manera de no quedarse bajo el carro de la innovación, y, por otro lado, sumar a las grandes empresas a asumir un liderazgo en esta materia, aprovechando no solo el potencial que la naturaleza le regaló a Ñuble, sino que también la masa crítica que existe en universidades y centros de investigación locales.