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Guerra y liberalismo

Señor Director:

La “guerra de los 12 días” entre Irán e Israel, con la intervención de Estados Unidos en apoyo a este último, fue un verdadero fracaso para todas las partes. Israel no consiguió debilitar el poder del ayatolá Jameneí; Estados Unidos no logró desarticular por completo el programa nuclear iraní; e Irán no logró destruir ninguna base norteamericana ni quebrantar totalmente la Cúpula de Hierro israelí.

De este modo, el mundo vuelve a tener presente el principio de no agresión, un baluarte de la doctrina liberal, pues en un mundo globalizado e interdependiente económicamente, ningún país tiene motivaciones reales para atacar a otro. Así lo expresaba John Locke en Second Treatise of Government: “Siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones”. La guerra es la principal demostración de que los políticos, por medio del Estado, se sirven de los pueblos, cuando debiese ser todo lo contrario; pues no hay fin más noble que servir a otros, y no hay motivación más genuina para un político que el poder ayudar a sus compatriotas.

Tomás Ojeda Aravena

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