El consumo de azúcar en niños chilenos ha llegado a niveles preocupantes, representando en promedio el 17% de su ingesta calórica diaria, muy por encima de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La principal fuente son productos procesados, como las bebidas en lata y alimentos azucarados como los marshmallows. Esto ha incrementado las tasas de obesidad infantil y enfermedades relacionadas como la diabetes tipo 2 y las caries dentales.
¿Cuánto azúcar consumen los niños chilenos?
En Chile, los niños consumen en promedio un 17% de su dieta diaria en forma de azúcar añadida. Los cereales procesados, bebidas azucaradas y golosinas como marshmallows son algunas de las principales fuentes.
La Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA) indica que más del 70% de los preescolares y escolares son grandes consumidores de cereales procesados, comparado con un 27% en adultos. El 92% de los escolares consume bebidas azucaradas diariamente, con una ingesta promedio cercana a medio litro.
Además, existe una proliferación de “azúcares ocultos”, como la fructosa, jarabe de maíz, maltodextrina, entre otros, dificultando la tarea de padres y cuidadores para identificarlos claramente en etiquetas.
Consecuencias en la salud infantil
Obesidad y sobrepeso
Chile enfrenta una alarmante tasa de obesidad infantil. En menos de 15 años, algunos grupos etarios han duplicado sus índices de obesidad. Por ejemplo, la obesidad total en pre-kínder aumentó del 24% en 2019 a casi 34% en 2021. Este incremento genera un riesgo más alto de enfermedades metabólicas como diabetes tipo 2.
Diabetes tipo 2
El exceso de azúcar en la infancia está estrechamente ligado al aumento de diabetes tipo 2. En Chile, la prevalencia de diabetes ha aumentado significativamente en las últimas décadas, alcanzando alrededor del 9% en adultos, con una creciente incidencia también en niños.
Caries dentales
La prevalencia de caries en niños es preocupante. Cerca del 70% de los niños de 6 años y más del 62% a los 12 años sufren esta condición, directamente relacionada con el alto consumo de azúcar, particularmente bebidas gaseosas y golosinas.
Otros efectos sobre la salud
El consumo excesivo de azúcar también afecta el desarrollo cognitivo y emocional de los niños, manifestándose en fluctuaciones energéticas, irritabilidad y dificultades de concentración, lo que perjudica su rendimiento escolar y social.
Políticas públicas implementadas en Chile
Chile ha enfrentado esta situación con políticas innovadoras como la Ley de Etiquetado de Alimentos (Ley 20.606). Esta normativa introdujo etiquetas frontales en productos altos en azúcar, calorías y grasas saturadas, logrando reducir el consumo de azúcar en un 9% y estimulando la reformulación de productos por parte de la industria.
Sin embargo, también ha generado efectos no previstos, como un incremento significativo en la compra de bebidas con edulcorantes no calóricos, especialmente preocupante en hogares con niños menores de 14 años, aumentando hasta un 18,2% su consumo.
Recomendaciones para reducir el consumo de azúcar en niños
Para enfrentar esta problemática, es necesario un enfoque integral:
- Padres y cuidadores deben priorizar alimentos frescos y naturales, limitando productos procesados. Las bebidas como agua y leche deben reemplazar a las gaseosas y jugos azucarados. La educación nutricional en casa sobre alternativas saludables es clave.
- Formuladores de políticas deben fortalecer las regulaciones existentes, incluyendo advertencias específicas sobre edulcorantes no recomendados para niños. Además, es importante potenciar campañas educativas como “Elige Vivir Sano” y mejorar la oferta alimentaria en escuelas con productos saludables y atractivos.
- Escuelas y comunidades pueden promover hábitos saludables mediante la restricción efectiva de productos etiquetados como “altos en azúcar” y aumentando la accesibilidad a opciones nutritivas.
El consumo excesivo de azúcar en niños chilenos es un problema de salud pública que requiere esfuerzos coordinados entre familias, escuelas, industrias y políticas públicas. Fortalecer las regulaciones actuales, mejorar la educación alimentaria y asegurar un entorno favorable para decisiones saludables son pasos esenciales para mitigar los riesgos asociados a esta problemática.
