Mesa del trigo
Nuevamente los trigueros están en apuros. Y como ocurre todos los años, acusan a los molinos de especular con el precio, importando trigo barato, que es subsidiado y de menor calidad, para presionar a los productores a venderles al precio que ellos determinan en el breve periodo que dura la cosecha.
La recurrencia de este problema -y las consecuentes quejas de los productores- llevó a que este año el Gobierno, a través de la Delegación Presidencial, convocara a los molinos, a los productores de trigo y a los representantes de los servicios del agro, a una mesa de trabajo que busca el diálogo entre los actores de la cadena de valor trigo-harina-pan, de manera de generar alianzas que permitan corregir las asimetrías del mercado nacional, cuya molinería importa más del 60% del grano que se consume en el país.
Desde el Ejecutivo regional plantean que la instancia -creada después que parlamentarios de oposición criticaran duramente al gobierno por la tardanza de la empresa estatal Cotrisa en comenzar a comprar trigo en Ñuble – busca implementar acciones para impulsar el desarrollo sectorial y garantizar la estabilidad y competitividad del mercado.
Desde la perspectiva de la Asociación de Agricultores de Ñuble, uno de los principales problemas es que la molinería no remunera un valor equivalente al costo alternativo de importación. Según expusieron el pasado lunes, los molinos de la región pagan $26.000 por quintal de trigo fuerte (30% gluten), mientras que, el costo alternativo de importación (CAI) del trigo argentino ronda los $29.000, y el CAI del trigo norteamericano supera los $31.000.
El apremio del tiempo de los pequeños y medianos trigueros, sin mayor capacidad de almacenaje y conservación, y con obligaciones por cubrir, los presiona a vender pronto o bien guardar lo que se pueda y aguantar lo más posible hasta que suban los precios, lo que difícilmente ocurriría esta temporada. Mientras tanto, al final de la cadena, los panificadores -que también fueron integrados a esta mesa regional- tienen un rol en la demanda, e igualmente sufren las consecuencias de la especulación, pagando un sobreprecio que finalmente en absorbido por los consumidores.
La alarma de los productores debe ser atendida no solo para esta temporada, sino que como un llamado a la autocrítica por parte de las instituciones del Estado, a evaluar el rol que se le asignará a los cultivos tradicionales en el contexto de los desafíos agroalimentarios que tiene el país.
La creación de la mesa regional del trigo debe valorarse en cuanto a la voluntad de generar una instancia de encuentro y diálogo de los diferentes actores de la cadena de valor, no obstante tras su primera cita persiste la interrogante entre los productores sobre la real voluntad de utilizar los mecanismos y la institucionalidad para preservar su actividad.
No se trata de implementar una política proteccionista para favorecer a un sector, pero sí de ser consecuentes y potenciar un rubro estratégico para la seguridad alimentaria del país.