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Al revisar las prioridades que los ñublensinos y ñublensinas expresan en distintos estudios de opinión, siempre aparecen entre los tres primeros lugares conceptos como trabajo, ingresos y desarrollo profesional.
Lo anterior, ya en nivel de respuesta a esa aspiración ciudadana, refiere de modo inevitable a lo que puedan hacer los sectores público y privado en materia de aumentar los niveles de inversión hoy existentes en la región y que son significativamente más bajos que en otras áreas del país. Sobre este punto no hay duda. La localización de nuevos proyectos de inversión, incluyendo tecnología e innovación, es la clave para el crecimiento y desarrollo local.
Sin embargo, no debemos olvidar que la inversión en Ñuble compite con otras regiones.
La teoría económica y la evidencia empírica nos demuestran la importancia de la aglomeración económica en la localización de la inversión más allá de los factores tradicionales como son la presencia de ventajas comparativas en términos de la abundancia de recursos, tecnologías y preferencias.
La lógica de esta teoría y que tiene mucha relevancia para nuestra realidad, se basa en que mientras mayor sea el número de empresas y actividades localizadas en una zona, mayor será el aprovechamiento de la infraestructura urbana disponible, reduciendo así los costos de transporte y comunicación. Más aún, la presencia de empresas y productos interrelacionados, como es la mano de obra calificada y con experiencia, la presencia de insumos y tecnologías especializadas, generan significativas externalidades positivas que se traducen finalmente en menores costos y mayor productividad.
Pero hay un problema estructural, derivado de la legislación que impide generar incentivos por la vía de impuestos regionales, mientras que en la promoción de inversiones y en el mejoramiento de las condiciones de infraestructura hay claramente cuentas al debe.
En la primera, en todo caso, es justo reconocer algunos avances, gracias a la decisión del actual gobierno regional de cofinanciar proyectos que se instalen en la zona, disponiendo este año $3.500 millones para incentivar la decisión de inversión de empresas medianas y grandes, chilenas y extranjeras, en los ámbitos de servicios globales y también en remanufactura de la madera, agroindustria y economía circular.
En lo concerniente a la infraestructura, en tanto, los pasos han sido tímidos y solo se cuentan inversiones menores que han contribuido a mejorar la red vial secundaria. En conectividad digital, y sobre todo en transmisión eléctrica, el déficit es enorme, al punto que se estima que hay más de 1.500 proyectos de inversión postergados o cancelados por esta causa.
Sería injusto y completamente errado atribuirles al gobierno regional y a los gobiernos locales la entera responsabilidad por el bienestar económico de ñublensinos y ñublensinas, pero esas mismas instancias de gobernanza local han demostrado que existen herramientas, que en mucho dependen de la visión y voluntad de los gobernantes locales para promover inversiones en el mediano y largo plazo. Frente a ese argumento incuestionable y con la evidencia de la distorsión que significa el centralismo en la inversión regional, la aglomeración de actividades económicas -del sector agroalimentario, por ejemplo- vía incentivos locales emerge como una estrategia no sólo posible, sino también necesaria para el desarrollo de Ñuble.