Hace 50 años estallaba en Estados Unidos la madre de todos los escándalos. Detenían a cinco hombres por allanar la sede del Partido Demócrata, en el complejo de edificios Watergate.
Una comisión en el Senado y una investigación periodística determinaron que el entonces presidente, Richard Nixon, estaba detrás del espionaje a los demócratas, lo que acabó con su carrera.
[bg_collapse view=”button-orange” color=”#4a4949″ expand_text=”Leer más” collapse_text=”Menos” inline_css=”width: 100%” ]Todo se desencadenó el 17 de junio de 1972, cuando la policía detuvo a cinco personas que dijeron ser “plomeros”, por haber ingresado sin autorización en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata, ubicado en el complejo de edificios Watergate en Washington D.C.
Cuatro de ellos tenían fuertes vínculos con Cuba: Bernard Barker, Eugenio Martínez y Virgilio González habían nacido en la isla y se habían exiliado en Estados Unidos, mientras que Frank Sturgis era un estadounidense que durante décadas había participado en operaciones encubiertas, primero a favor y luego en contra de Fidel Castro.
El quinto, James W. McCord, era un experto en intercepciones electrónicas que había trabajado para la CIA y que entonces era el coordinador de seguridad del equipo de campaña de Nixon.
Luego quedaría claro que, más que ladrones, eran una suerte de espías contratados para obtener información que permitiera perjudicar la candidatura presidencial del aspirante del Partido Demócrata, George McGovern, rival de Nixon en su carrera hacia la reelección en la Casa Blanca, señaló la BBC.
La renuncia de Nixon
En 1974, Nixon se encontraba en su segundo período presidencial caracterizado por una activa política, marcado por asuntos delicados como la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría.
A nivel interno, sin embargo, la justicia, la prensa y el Congreso llevaban dos años intentando desentrañar los verdaderos motivos detrás del incidente en la sede del Partido Demócrata.
Durante la investigación surgieron valiosos informantes como “garganta profunda” y pronto quedó claro que Nixon había intentado obstaculizar la acción de la justicia.
Se descubrieron las actividades clandestinas e ilegales llevadas a cabo por personal de su administración, como acoso a grupos activistas y la instauración de micrófonos en las oficinas de opositores políticos.
El Fiscal general John Mitchell dirigió el comité de reelección del presidente y dedicó cientos de miles de dólares a numerosas operaciones ilegales, incluidos pinchazos telefónicos, según resumió el diario El Tiempo.
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