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Votos, verbos y vértigo democrático

Señor Director:

La primera vuelta dejó un dato que cuesta ignorar: la derecha obtuvo uno de sus resultados más exitosos en décadas. No es solo aritmética electoral, es gramática política. Mientras un sector supo conjugar bien sus verbos de orden y cambio, la centroizquierda habló en varios dialectos a la vez, todos correctos, pero ninguno convincente. Cuando el votante tiene que traducir lo que oye, normalmente deja de escuchar.

El voto obligatorio dejó otra lección incómoda: muchos chilenos ya no votan por ideología, sino por intuición de seguridad y certezas mínimas. Ahí la derecha leyó mejor el diccionario del malestar. La pregunta es qué hará con ese capital simbólico. ¿Lo transformará en instituciones más robustas o en un nuevo repertorio de consignas que solo cambian el eslogan del miedo?

En tiempos de vértigo democrático el riesgo no es que ganen la derecha o la izquierda, sino que pierda la democracia liberal a punta de adjetivos grandilocuentes y sustantivos vacíos. Ya vimos que las palabras pueden ganar una elección. Tal vez la pregunta de fondo para la segunda vuelta sea otra: ¿estamos dispuestos a exigir que también ganen en calidad?

Kênio Estrela

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