Share This Article
En época de elecciones municipales se pueden identificar distintos tipos de candidatos y candidatas que ofrecen a la ciudadanía obras y proyectos, mediante las cuales se proponen disputar los votos.
En candidatos a alcaldes que buscan la reelección, por ejemplo, el argumento o propuestas de gobierno suelen ser una sumatoria de obras pendientes por realizar en la comuna, que por lo mismo requieren “continuidad”. También hay postulantes que apelan a sus redes políticas y ofrecen gestión municipal basada en “sus contactos”, mientras que otros dicen tener el mejor diagnóstico y la mejor solución de los problemas de su ciudad, ya sea porque han vivido toda su vida en ella o porque supuestamente poseen virtudes distintas a la de todos los mortales que habitan la comuna.
No cabe duda que estos perfiles (y otros) tienden a desviar la importancia sobre lo que debiera discutirse para elegir a un alcalde. Lo ideal sería un programa de gobierno, entendido como un conjunto de medidas que se enmarquen en una propuesta de desarrollo local, real y factible de implementar.
¿Están dispuestos los candidatos y candidatas a alcaldes de las 21 comunas de Ñuble a ofrecer un programa de gobierno?
La respuesta políticamente correcta sería que sí. No obstante, en la mayoría de nuestras comunas la realidad política se ha construido históricamente en base a relaciones clientelares, a contactos y redes políticas, y no programáticas.
Para enfrentar esta debilidad política en el espacio local -que requiere de cambios generacionales, culturales y estructurales- la incorporación del voto programático municipal sería una buena medida.
Este es un mecanismo de democracia participativa, mediante el cual los ciudadanos que votan imponen como mandato al que eligen el cumplimiento del programa de gobierno que haya presentado en la respectiva campaña electoral. Esto implica, obviamente, un grado importante de madurez cívica, pues la gente debe hacer un esfuerzo por conocer los programas que los candidatos y candidatas proponen.
Por su parte, el candidato o candidata elegida está obligado a cumplir con el programa de gobierno que propuso, pues, si no lo hace la población puede invocar mecanismos de participación política como la revocatoria del mandato para removerlo de su cargo.
En resumen, un instrumento como este obligaría a las candidatas y candidatos a alcaldes a cumplir sus propuestas de campaña por ley, asegurando que las promesas que hicieron se transformen en planes de desarrollo local.
En un contexto donde la confianza en las instituciones, y sobre todo en los representantes políticos está por el suelo, esta obligación en la presentación de las candidaturas municipales abriría una puerta para poder, de manera responsable y ejerciendo nuestros derechos ciudadanos, revisar y evaluar a los y las candidatos y candidatas.
Sería muy importante dar un paso en esta dirección, pues el voto programático no solo fortalecería el control social y el empoderamiento ciudadano, sino que les impondría a las y los políticos una mayor cuota de pudor a la hora de oferta el cielo y la tierra a cambio del voto.