La participación electoral en Chile, si se mira desde el siglo XIX en adelante, en general, ha sido baja.
Así lo explica el académico y cientista político Claudio Fuentes, quien en una cápsula informativa sobre el plebiscito difundida por The Clinic, da cuenta de las irrefutables cifras.
Hace dos siglos, votaba menos del 3% de los ciudadanos mayores de 18 años, en tanto recién en las elecciones de 1964, se logró superar el 50% de participación.
“Si sumamos los 210 años de vida independiente de Chile, solo en treinta años se ha superado el 50% +1 de participación electoral, es decir, solo un 15% de todo el período de vida independiente. Participar en las elecciones ha sido más la excepción que la regla”, sentencia Fuentes.
Si nos vamos al pasado reciente, y revisamos las cifras de participación de la última elección presidencial y parlamentaria de 2017, nos encontramos con que no se alcanzó siquiera el 50% de votantes inscritos en el padrón.
El porcentaje de participación electoral llegó a 46,6% en todo el territorio nacional, y a 47,6% en la Región de Ñuble.
De ahí que esperar una abrumadora concurrencia a las urnas el próximo domingo 25 de octubre, para el plebiscito constitucional, sea un tanto arriesgado, sobre todo, en el actual escenario de pandemia.
“Lo legal es una mayoría absoluta de los votos válidamente emitidos por cada una de las opciones, sin embargo, en participación uno no sabe. Lo que muestran datos de elecciones anteriores es que la participación está en orden al 50%. En ese sentido, ésa debiera ser la base, un piso de participación para decir que la elección es legítima, al menos la mitad del padrón, que vendría siendo casi 7,3 millones de personas. Ese número también es interesante, porque es el número que tradicionalmente participa en una elección presidencial. El récord lo tiene la segunda vuelta de 1999 entre Lagos y Lavín, cuando votaron precisamente 7,3 millones de personas, nunca ha votado más gente después de eso, pero ha estado en torno a 7,2 millones”, sostuvo el experto electoral y Doctor en Ciencia Política, Kenneth Bunker.
“Si no se logra que al menos la mitad del padrón vote en un plebiscito tan importante, va a abrir un debate sobre la legitimidad, va a ser mucho más fácil criticar el proceso constituyente para aquellos que hoy están en la minoría del rechazo. Mucho más sano, me parecería, sería un número sobre el 60%. Podríamos decir que lo simbólico serían los 2/3. Creo que será difícil, las encuestas muestran que estaría entre el 50% y el 60%. Claramente, un porcentaje sobre el 65% de participación sería una clara victoria del proceso constituyente”, afirmó.
Respecto de la influencia de la pandemia en la concurrencia a las urnas, Bunker sostuvo que “uno esperaba que un proceso tan simbólico, sobre todo después de ver las movilizaciones masivas, convocara a muchas personas a votar, pero claramente la pandemia tendrá un efecto. Habrá gente que sienta que no es seguro concurrir, estar en una fila, y ser parte de un acto multitudinario los persuada de salir. Habrá un costo ahí, pero yo diría que éste no está distribuido normalmente. No todos los votantes tienen la misma probabilidad de bajarse del proceso, y eso está dado por la edad. Quienes más se bajarán serán los más proclives a contagiarse, es decir, los de mayor edad, quienes tradicionalmente votan más. Pero por lo mismo, esto podría influir en el resultado. Si los más viejos votan en proporción menor a otros años, el voto de los jóvenes, si bien no sea mayor que en otros años, sí va a pesar más. Hay buenas razones para pensar que los jóvenes van a votar, éste es un proceso constituyente iniciado y activado por jóvenes, entonces uno esperaría que aumentara su proporción de importancia. Por primera vez el número de jóvenes inscritos, el grupo entre 18 y 35 años, es el mayor de la población, equivale a 2,5 millones del total de votantes”, aseveró.
En el caso de Ñuble, especial relevancia cobrará también el voto rural.
“Este es un momento histórico, lo que apunta a que podría haber alta participación, sin embargo, estamos en una pandemia mundial, por lo tanto, ésta podría disminuir. Ahí hay una suma y una resta, pero claramente no son los únicos factores. Está también el tamaño de las comunas y la densidad poblacional de éstas, para explicar participación. En aquellas comunas más grandes es común ver menor participación que en las más pequeñas. En Ñuble debe ocurrir así, donde hay muchas comunas con menos de 60 mil personas. En ellas la gente sabe dónde están los locales de votación, normalmente están más cerca, la gente se conoce y eso apunta a que en comunas rurales vote más gente, pero también cabe preguntarse qué tan importante es este plebiscito para esos habitantes. Uno entiende este proceso como parte de una movilización masiva a nivel nacional, más que nada en sectores urbanos, probablemente, en el caso de Ñuble, Chillán y San Carlos, pero en otras comunas ésta puede ser una elección más ‘árida’, en que los votantes no vean un mayor incentivo para sufragar, sobre todo, si ven que la brecha entre el Apruebo y el Rechazo es demasiado grande, y piensan que su voto no va a influir”, concluyó Kenneth Bunker.
Factor campaña
Para la politóloga y académica de la U. de Concepción, Jeanne Simon,
“estamos en una época tan extraña, que es difícil predecir cuál será el nivel de participación electoral. Yo imagino que será similar al de las últimas elecciones, aunque por el efecto Covid, imagino que bajará la participación de los adultos mayores y podría aumentar levemente la participación de las personas menores de 30 años”, afirmó.
Según la académica, “en las comunas donde hay cuarentena, seguramente disminuirá la participación. No veo que esto cambie mucho en los sectores rurales”, advirtió.
En cuanto a la legitimidad -política, no legal- del proceso, Jeanne Simon cree que para que ésta se viera afectada, tendría que verificarse una abstención mayor al 70%.
