Señor Director:
En Estados Unidos acaba de ocurrir un hecho insólito: turbas enardecidas agredieron el Capitolio, un verdadero templo republicano que expresa, precisamente, todo lo contrario, a la violencia que hemos visto con estupor en la pantalla televisiva.
En los Parlamentos se discute, incluso airadamente, pero nunca habíamos visto a una turba callejera asaltar, destruir y humillar a los representantes de la soberanía popular. En Estados Unidos la violencia estuvo presente en los últimos meses, vinculada a la candidatura demócrata. Se agredió al comercio, esculturas y policías. Ahora turbas vinculadas a los republicanos asaltaron al Capitolio.
Un rostro televisivo dijo haber derramado lágrimas por el asalto al Capitolio. Con razón se horrorizó ante tal atropello a la democracia proveniente de la derecha; cabe preguntarse, si sus ojos también se humedecieron de espanto cuando turbas izquierdistas trataron de incendiar el Museo Violeta Parra. La emoción debería ser la misma cuando bárbaros de uno u otro signo se cruzan en el camino de la civilización.
En Chile, un grupo extremista está llamando a rodear a la Convención Constituyente de “movilización callejera” lo que debe entenderse como una inaceptable presión sobre quienes serán elegidos para dictarle al país una nueva Constitución.
Esta presión bien puede llegar a la acción directa. La sola postulación de algunos candidatos ha despertado repudios y amenazas en grupos que quisieran que el evento constitucional transcurriera con esa deliciosa unanimidad que impera en países donde gobierna un partido único. Corresponde al Gobierno darle al evento constitucional todo el respaldo de la fuerza pública para que los energúmenos se abstengan o contengan y pueda realizarse una Convención con pleno respeto a todas las opiniones.
Alejandro Witker Historiador