Nuevamente las viñas del Valle del Itata enfrentan una crisis. Esta vez no son los bajos precios los protagonistas, pero tampoco están ausentes. Según datos preliminares del Ministerio de Agricultura, a partir del catastro de afectados por los incendios forestales, al menos 303 hectáreas de vides fueron arrasadas por los incendios forestales en la región de Ñuble.
El seremi del ramo, César Rodríguez, advirtió que la cifra definitiva puede ser superior, dado que el catastro aún no ha concluido y hay campos de gran tamaño a los que todavía no acceden los profesionales.
En el caso de las vides quemadas, la recuperación tardaría entre cuatro y seis años para que las nuevas plantas estén produciendo, lo que requerirá de una importante inversión por parte de los productores, la mayoría pequeños.
Hay también infraestructura quemada, como galpones y equipos de vinificación y almacenamiento, un perjuicio significativo para los productores de vinos que, ad portas de la vendimia, tendrán que externalizar esos servicios.
Además, las altas temperaturas y el humo afectaron a la uva que no se quemó, y si bien hay prácticas para limitar ese impacto en las cepas tintas, cuya vinificación se realiza con orujo, no es difícil anticipar que su precio será castigado, si es que existe interés por comprarla.
Entre los viñateros ya existe la preocupación por lo que se anticipa será una compleja vendimia, pues para muchos la venta de la uva es la principal fuente de ingresos de esos hogares en todo el año.
Para los productores de vino afectados por los incendios, varios de los cuales han logrado posicionarse en mercados exigentes con producciones de elevada calidad y han concretado alianzas comerciales tanto a nivel nacional como en el extranjero, será difícil cumplir con algunos compromisos comerciales y financieros.
En ese sentido, se valoran los anuncios de las autoridades del agro respecto al apoyo económico que recibirán productores pequeños y medianos, de distintos perfiles, a través de instrumentos del Indap, Sercotec y Corfo, que serán focalizados en estos grupos en forma extraordinaria, de manera de responder a las necesidades prioritarias, como la reconstrucción de infraestructura, la adquisición de equipos, la recuperación de las plantaciones, la asesoría técnica y la comercialización.
Es de esperar que esos anuncios se cumplan y el apoyo llegue de manera oportuna a quienes efectivamente lo necesitan.
Sin embargo, los recursos permitirán abordar solo una parte de la afectación, por lo que será necesario que muchos productores usen recursos propios o adquieran nuevos créditos para financiar su recuperación. En ese sentido, es fundamental que exista la debida flexibilidad en las instituciones financieras para que estos productores, de distintos perfiles, puedan acceder realmente a financiamiento, una materia en la que el Estado también puede jugar un rol clave, tal como lo hizo con los Fogape durante la crisis de la pandemia.
Esta crisis, mucho más catastrófica para el rubro vitivinícola, exige que las autoridades actúen en consecuencia en los próximos meses, considerando las particularidades del Valle del Itata, patrimonial en lo cultural y natural, pero rezagada en lo económico.