Señor Director:
La Conferencia Episcopal de Chile, ante las osamentas descubiertas en Pisagua, emitió una declaración en Junio 1990 que, en parte dice: “El hallazgo de entierros clandestinos en el norte, ha conmovido profundamente la conciencia de Chile. Todos los sectores han reaccionado y comprendido que llegó la hora de dar una curación definitiva a esta llaga expuesta ante el país y el mundo. Solo la verdad, asumida con humildad y valor puede ayudar a la justicia, a la reparación y a la reconciliación. Muchas veces llamamos la atención, con responsabilidad, sobre los hechos dolorosos que vivíamos. Hoy, cuando la dura realidad se nos impone, es sano para todos asumir la verdad. Comprendemos que para muchos era y sigue siendo difícil reconocer y aceptar esos hechos. El país necesita conocer lo que ha pasado, en sus rasgos más esenciales. Es necesario que los muertos sean devueltos a sus familiares o que ellos al menos sepan donde han sido enterrados”. A raíz de la denuncia presentada por la Vicaría de la Solidaridad, el 02 junio 1990 se produce el hallazgo de los restos en Pisagua, de las 19 personas asesinadas en 1973 y 1974, cuyos cuerpos fueron arrojados en una fosa común.
Derico Cofré Catril