En todo Chile se desarrollará hoy y mañana un proceso electoral inédito que considera cuatro elecciones simultáneas, y como todo proceso democrático, para su legitimidad y una real representatividad de quienes resulten electos y electas, es fundamental la participación.
Como viene ocurriendo desde que se estableció el voto voluntario, hay dudas, y no solo por la situación de emergencia sanitaria originada por la pandemia del covid-19, que obligó a suspender esta misma elección a mediados de abril.
Para explicar el fenómeno hay numerosas teorías y explicaciones, donde los factores que más se repiten son el marcado individualismo de las nuevas generaciones, la falta de educación cívica y el descrédito de la actividad política, a la que se le critica su escasa conexión con los problemas de la gente, la organización cupular y poco transparente de los partidos y la corrupción de muchos y muchas de sus exponentes.
Esta apatía política, si bien se puede explicar por los factores antes mencionados, en ningún caso se puede justificar, ya que la reducción de la participación electoral, además de poner en duda la legitimidad de ganadores y ganadoras, horada el sistema democrático en su conjunto, pues deja en manos de unos pocos la responsabilidad del mandato, lo que contradice la base del sistema de representación que se utiliza en Chile desde los albores de la república, completado en 1949 cuando se aprobó el voto femenino.
Por eso, frente a las aprensiones y el escepticismo tengamos presente primero que si se respetan las medidas sanitarias básicas (el uso de mascarilla, la distancia física y la higiene) no hay nada que temer; y segundo, lo más importante, tener presente que nada cambiará en nuestra comuna, región y país, sin el necesario compromiso cívico de votar.
La gran pregunta entonces es por quién. La respuesta obviamente la tiene cada uno, pero hay un argumento elemental, que es informarse sobre los candidatos y candidatas, conocer sus propuestas y definiciones y su coherencia con principios éticos ciertos y reconocibles.
Es cómodo e irresponsable rehusarse a participar en un proceso trascendental como el de este fin de semana, puesto que la lógica de los sistemas de representación democrática se basa en la definición de las mayorías, sin embargo, cuando existe una baja participación, el concepto de mayoría se distorsiona y ello abre un flanco de crítica respecto de la legitimidad de quienes resultan electos.
Abstenerse de votar equivale a decir “no me importa mi ciudad, ni mi región ni el futuro del país”; abstenerse es renunciar al derecho a decir “no me gusta cómo marchan las cosas”, es renunciar al derecho a decir “quiero cambios”.
Usted puede optar por quedarse en casa. El voto voluntario tiene la ventaja de no forzar al elector indiferente a expresar una preferencia que probablemente sería irreflexiva si lo que está en juego le parece irrelevante. Pero lo que se decide este fin de semana está muy lejos de serlo. De hecho, es todo lo contrario: es muy importante.
No da lo mismo quién gobierne su comuna, su región o escriba la nueva Constitución que Chile necesita. No se reste. Vaya a votar.