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Vacunación masiva

Mauricio Ulloa

De acuerdos a los números que ha entregado el Gobierno y son de público conocimiento, se prevé que llegarán a Chile, en total, casi 20 millones de dosis vacunas contra el covid-19 en los próximos meses: 1,6 millón de Pfiezer, 10 millones de Sinovac, 4 millones de Johnson & Johnson y 4 millones de AstraZeneca. Pero además, días atrás confirmó que está negociando la compra de la vacuna rusa contra el coronavirus Sputnik V y de otras producidas por laboratorios de China y la India. Esto último, en medio de un fuerte repunte de la enfermedad, con un alza del 36% de casos positivos a nivel nacional, una disponibilidad de camas en los hospitales que está en niveles críticos y transmisión a nivel regional “muy alta”.

Sin duda, la disponibilidad de vacunas eficaces y seguras contra el COVID-19 es una muy buena noticia, pero es importante no confundir la vacuna con la vacunación. No basta con disponer de las dosis suficientes, también es necesario llevarla en condiciones seguras a la gente que la necesita. De hecho, la logística de esta operación es extraordinariamente compleja, pues exige el correcto transporte, almacenamiento, distribución y aplicación de vacunas que requieren de una delicada cadena de frío.

Hoy esa estrategia de inmunización masiva será puesta a prueba por primera vez y comienza con los adultos mayores de 90 años y más, que en Ñuble alcanzan a unas 3.600 personas. Se trata de 50.400 vacunas que serán distribuidas en 108 puntos de vacunación: 66 en la Provincia de Diguillín, 27 en Punilla y 15 en Itata.

Un proceso de estas características requiere una comunicación altamente efectiva, que es mucho más que lo que hemos visto hasta ahora. Este es un esfuerzo que involucra a todos los actores del sistema, sobre todo a los regionales y locales, pues nada sería más fatal que tener vacunas y fallar en la manera de llevarlas a la gente. Y para que ello no ocurra hay que partir aceptando que, hasta hace poco, todo el foco de la atención y las acciones de las autoridades se habían centrado en atender todos los componentes coyunturales graves derivados de la propagación del virus, como también corresponde decir que la pedagogía y la ilustración hacia la comunidad han sido mínimas, lo que deja a la gente expuesta a la desinformación.

No en vano, la principal razón que dan los chilenos encuestados por Criteria para no querer aceptar la vacuna (27% afirmó que no se vacunaría) es el temor de posibles eventos adversos que se puedan producir, lo cual merece acciones específicas para aclarar esas versiones frente a los datos reales que poco a poco ha venido documentando la ciencia en un marco de rigor que no siempre es cercano al público en general. Porque mientras el mundo ya suma millones de dosis aplicadas, las consecuencias negativas derivadas de estas están dentro de lo esperado, e incluso los desenlaces secundarios graves están muy por debajo de los producidos por otras vacunas ya existentes.

No sobra decir que la vacunación es un proceso voluntario, autónomo y, por encima de todo, libre de cualquier presión diferente de la que puede ejercer la responsabilidad de cada quien. Pero tampoco sobra advertir sobre la seudociencia que se propaga igual que la peste que intentamos combatir, con intereses difusos pero muy distantes del bienestar de las personas.

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