A casi un año del primer confinamiento obligatorio en Chile, podemos ver el cansancio y fatiga en muchos trabajadores de nuestro país. Es por este motivo que, llegado el verano, se han hecho cruciales las tan ansiadas vacaciones. Éstas, tendrán que darse en un formato distinto al acostumbrado y, en muchos casos, proyectarlas en nuestras casas sin tener la opción de desplazarnos fuera de nuestras ciudades. A pesar de lo anterior, será fundamental que cada uno pueda interrumpir sus rutinas y así recargarse de energías, previniendo de la mejor manera un posible contagio.
Sin embargo, no sólo serán las vacaciones las que nos permitan mantener la productividad de cara a un nuevo año laboral. En este nuevo contexto tendremos que pensar en otro tipo de herramientas que nos permitan mejorar el nivel productivo de cada uno de nuestros colaboradores y, también, retener sobre todo a aquellos que han destacado en su trabajo. Es aquí donde surge la necesidad de avanzar en un mejor sistema de beneficios empresariales. Muchos asociarán esa palabra a un desembolso de recursos económicos, pero no es necesariamente así.
Producto de la crisis económica, los sueldos promedios en nuestro país han tenido un descenso en casi todo el mercado laboral, razón por la cual muchos trabajadores al momento de pensar en aceptar una nueva oferta de trabajo, ya no sólo piensan en la renta que percibirán por éste, sino que ahora también existe un análisis de compensación en relación a los beneficios ofrecidos, es decir, un salario de carácter emocional.
Previo a la pandemia era habitual encontrar empresas que asignaran entre sus trabajadores cheques de restaurantes o convenios deportivos o subsidios de combustible, sin embargo, con la llegada del Covid-19, muchos de estos privilegios quedaron obsoletos dada la imposibilidad de poder utilizarlos. Fue así como miles de empresa se replantearon las ayudas de cara a sus colaboradores, entregando apoyo psicológico, soporte a internet, asistencia médica, entre otros beneficios acordes al nuevo contexto.
Lo que más llamó la atención en las empresas fue que el beneficio más apreciado era el tiempo libre remunerado más allá de las vacaciones, generando un gran componente de engagement o compromiso de parte de sus trabajadores.
Si bien es cierto que aún no hay certeza si estas nuevas medidas desplazarán por completo los beneficios clásicos, sí está claro que las empresas comprendieron que ya no sólo las vacaciones generan mayor productividad en los equipos, sino que se requiere de equipos comprometidos con la marca para poder seguir avanzando en un contexto complejo.
Es por esto que una política de beneficios adaptada y ajustada a las necesidades de la empresa, donde el mercado es cambiante y cuando el tiempo libre es el bien más apreciado por las personas, debe ser repensada, adaptada y contenida en el marco de flexibilidad que el entorno nos exige. Ya no basta con crear beneficios estandarizados o “paquetizados”, ahora debemos adecuarnos a las realidades de la empresa y sus trabajadores.
Sólo así, y complementado con una correcta comunicación de éstos, las empresas podrán continuar desarrollando sus modelos de negocios y reteniendo talentos.