Cuando se analiza la compleja realidad de la contaminación del aire en Chillán, el factor socioeconómico cruza prácticamente toda la problemática y aparece como la gran pregunta sin respuesta. Primero, porque muchas personas utilizan leña, el principal elemento contaminante y la obtienen de manera informal y no a través de una comercialización certificada.
Otro elemento que hay que considerar al momento de analizar la utilización de este tipo de combustible es el manejo sustentable que debe hacerse de él. Al ser energía renovable su utilización puede ser infinita, pero existe el grave inconveniente de que en la región se está usando cerca de un 40% de bosque nativo, lo que está teniendo un efecto preocupante en el manejo de este recurso natural.
En torno al tema se ha abierto una discusión aún no resuelta, pero existen señales claras en la última década que ideas como la de subsidiar el consumo de gas o de electricidad no está entre las opciones de las autoridades económica y de energía, pese a que sería la solución a la contaminación de la ciudad. Lamentablemente, algo así aún no es posible, lo que no obsta para que después de ocho años de vigencia del plan de descontaminación ambiental de la intercomuna, se revisen las medidas que se están aplicando en Chillán y Chillán Viejo y se analicen renovadas ideas, sobre todo si esta estrategia tiene continuidad o se amplía a otras comunas que sufren el mismo problema.
Un aspecto en el que se debiera avanzar e incluso donde la Región de Ñuble podría ser pionera o servir de punto de partida para el resto del país, es en el establecimiento de un permiso de circulación que compense, en parte, el hecho de ser menos contaminante y no como ocurre en la actualidad, que lo que hace es castigarlo, ya que mientras más nuevo es el vehículo más caro es su permiso de circulación.
Otra forma de contribuir a tener una ciudad menos contaminada –aunque lamentablemente no de resorte local- podría ser a través del uso de combustibles más limpios. Al igual que en el caso anterior, los incentivos están puestos de manera equivocada, ya que el combustible menos contaminante es a su vez el más costoso. En ese contexto, la necesidad de hacer más competitivos los precios de los combustibles alternativos se hace apremiante, pero ello debe ir acompañado de una efectiva limitación del consumo de leña. Si bien se descarta por el momento una medida tan drástica como esa, puesto que afectaría al 90% de las familias de la ciudad, sería de difícil fiscalización y se enfrenta a una costumbre que ya es parte de nuestra cultura, no avanzar en esa dirección vulnera el derecho constitucional que todos tenemos de vivir en un ambiente libre de contaminación.
Establecer un cronograma de abandono paulatino de este combustible sería claramente una medida impopular, para muchos impracticable, pero necesaria si realmente se quiere terminar alguna vez con el principal problema de salud pública que cada invierno sufre la capital de Ñuble.