La asociatividad, aunque no corresponde a un fenómeno nuevo, se presenta como una alternativa innovadora que ha mostrado ser una herramienta útil para potenciar la capacidad de los gobiernos locales en materia de inversión pública local, optimización de recursos, captación de recursos humanos y transferencia de conocimientos. De hecho, a nivel internacional la unión municipal es muy usada, donde más del 70% de los gobiernos locales tienen acuerdos de colaboración. Lamentablemente, a nivel local, la asociatividad municipal se ha debilitado en los últimos años, por diferentes causas. Algunas tienen que ver con ambiciones y agendas personalistas; otras están asociadas a la nueva forma de relación política que trajo la nueva configuración político-administrativa de la Región de Ñuble, y finalmente también han influido los sucesivos cambios registrados en el cuadro de las fuerzas políticas de la región, donde la dinámica ha sido muy cambiante en los últimos 5 años.
Este debilitamiento debe preocupar, porque implica retroceder en materia de gestión, pues precisamente la unión entre municipios pertenecientes a determinadas áreas geográficas, para gestionar en grupo iniciativas de inversión ante el poder central, es una eficaz herramienta y por tanto, debería seguir profundizándose.
La asociatividad tiene importantes ventajas, principalmente para los gobiernos locales más pequeños, ya que a través de un trabajo conjunto entre varios municipios es posible aprovechar de mejor forma las economías de escala para contratar con proveedores, adquirir bienes y contratar profesionales que presten asesorías y apoyo a más de una municipalidad, pudiendo acceder a personal más capacitado y con experiencia. Por otra parte, actuar de manera conjunta ante el gobierno central genera una fuerza de presión mayor y permite conseguir ser oídos y probablemente más recursos para ser distribuidos a nivel local.
Sin embargo, representar a municipios vecinos territorialmente, pero distantes en cuanto a la filiación política de sus autoridades, también supone una gran responsabilidad y requiere de una gestión transparente, inclusiva y muy eficiente, ya que la disparidad de realidades comunales es enorme y existe un importante número de entes locales que apenas logran realizar su gestión con pocos recursos y déficit de personal preparado, lo que reduce sus posibilidades de optar a fondos públicos, concentrados en las capitales regionales y provinciales.
Pero las municipalidades no deben olvidar que, independiente del legítimo reclamo contra la amenaza centralista de Chillán, tienen una gran tarea por delante, cual es generar proyectos técnicamente bien elaborados para “competir” en un esquema de mayor decisión local sobre los recursos. De lo contrario, se corre el riesgo de que el centralismo intrarregional aumente y las comunas vayan creciendo cada vez con más desequilibrio, todo lo contrario a lo que se buscó con la creación de la Región de Ñuble.